martes, 30 de marzo de 2010

Opinión. La comprensión popular del mal

Por Sergio Chaparro Hernández*.

Escuchando noticias me he preguntado últimamente dónde diablos será que meten a tanto delincuente que a diario agarran en nuestro país. Sin embargo, antes que hablar de esta "eficacia policiva" quisiera plantear una preocupación mas de fondo que es la que, a mi jucio, puede explicar el fenómeno del hacinamiento en las cárceles, fenómeno que, en una tierra donde los centros penitenciarios son abundantes, resulta un signo evidente del deterioro de nuestra sociedad.

Un rasgo común tanto de los discursos del oficialismo de Estado como de los lamentos de las señoras que acaban de ser víctimas de un robo es el de defender una concepción individualizada y moralizante del mal. Las dicotomías amigo/enemigo, personas de bien/terroristas, buenos/malos reflejan una comprensión conforme a la cual quienes cometen un delito son la encarnación de la maldad, responden a motivaciones perversas y han optado deliberadamente por la opción de hacer parte de los malos pudiendo haber entrado en el círculo de los buenos, los cuales, por supuesto, siempre "somos más".

Dado que muchas veces las opiniones cotidianas están permeadas de hondas raíces filosóficas, o más bien, que la filosofía no es sino el intento de aclarar aquello que ya circula en la experiencia cotidiana, intentaré remitir esta "sabiduría popular" hoy tan difundida, a una concepción filosófica sobre el sujeto moral y con ello sobre la maldad. Posteriormente trataré de oponerla a otra cuya influencia en el diseño de nuestras instituciones y en la mentalidad de nuestros gobernantes es mucho menor, por no decir casi nula.

La primera de ellas puede desprenderse del cristianismo y se consuma en su versión secular con Kant. Habla de un sujeto responsable, de autonomía de la voluntad, de libre albedrío. Considera que el ser humano siempre puede elegir entre hacer el bien o el mal sobreponiéndose incluso a sus intereses, sus impulsos y todas las presiones mundanas. La voluntad es libre, por consiguiente el individuo es completamente responsable de su conducta.

Frente a esta posición reaccionó ferozmente Nietzsche, quien defendió un determinismo radical y la plena irresponsabilidad del indidividuo por sus acciones. La voluntad humana está sujeta irremediablemnete a la causalidad y por lo tanto no puede atribuírsele ningún tipo de responsabilidad o culpa a quien obra de determinada manera. Son las circunstancias y no una decisión individual las que explican la "maldad".

Estas posiciones pueden relacionarse con dos perspectivas tradicionales y menos elaboradas de comprender y combatir el mal que circulan en el diario vivir de nuestra sociedad. La primera podríamos denominarla como Kantismo-mojigato y su ejemplo más dramático lo encontramos en la justificación que las "señoras de bien" dan ante el asesintato de algún delincuente: "eso si, él se lo buscó", "es que no era ningún santo".

La otra podría bautizarse como nietzscheanismo-alcahueta y coincide con la justificación de ciertos actos reprochables por el hecho de que quien los realiza ha nacido y vivido en circunstancias adversas, como por ejemplo cuando se disculpa a un ladrón por el hecho de ser pobre, o cuando un delincuente se defiende alegando que no tuvo otras oportunidades.

Pensar los problemas sociales desde cualquiera de estos dos extremos es tremendamente perjudicial. El uno porque es incapaz de reconocer que la abundancia de delincuentes, antes que reflejar la existencia de muchas personas que han optado perversamente por el camino del mal, da cuenta de que algo anda mal en la sociedad misma. El otro porque destruye todo sentido de la responsabilidad y termina aceptando que el respeto de los principios que posibilitan la convivencia pueden violarse de acuerdo a las circunstancias.

Hoy en día en Colombia, sin embargo, impera una sola de estas visiones. El apoyo popular al tratamiento exclusivamente bélico del conflicto armado o iniciativas con amplio respaldo ciudadano como la de imponer la cadena perpetua para los violadores de niños, lo que demuestran es que la gente quiere descargar ciegamente su ira contra los síntomas del mal sin pensar por un momento que quizás sería mejor atacar sus causas para erradicarlo definitivamente. Tal vez sea necesario entonces forzar un poco el pensamiento hacia el otro extremo para evitar que nos llenemos de muertos o terminemos encarcelando a media población sin haber podido eliminar aquellos determinantes del contexto social de nuestro país que a diario hacen brotar por miles las semillas de la maldad futura.

*Investigador del CEID y (ahora sí) Economista de la Universidad Nacional.

domingo, 7 de marzo de 2010

Opinión: Agenda electoral y razones para votar

Por: Sergio Chaparro Hernández*
                                                                                                          
Partiendo de que los ciudadanos debemos votar, no por los políticos que nos ofrezcan apetecibles tamales en medio de festivas parrandas en los barrios, excitantes ofertas de desnudismo, fotografías donde su fealdad trata de ser ocultada en vano o persuasivas sumas de dinero, sino más bien pensando en quiénes podrían ser aquellos capaces de formular y defender las propuestas que verdaderamente necesita este país, ofrezco tres breves reflexiones sobre mi percepción general de las elecciones que se avecinan:

1. Una de las muchas herencias desastrosas que el uribismo le ha dejado a Colombia es la definición de unos temas sobre los cuales los candidatos deben pronunciarse obligatoriamente si aspiran a ser elegidos. Aún mas, ha limitado de tal forma las posibles respuestas que se le pueden dar a ciertos problemas, que algunos planteamientos otrora razonables han quedado desterrados definitivamente del discurso de todo candidato que pretenda tener chance. ¿De cuándo acá la suerte del presidente antecesor o qué tanta fidelidad se tenga a su discurso deben hacer parte de los temas de los programas de gobierno de los candidatos? ¿De cuándo acá se determinó que la superación del conflicto armado en este país solo es posible por la vía del plomo (seguridad democrática)? ¿De cuándo acá se estableció que el mejor candidato es aquel más dispuesto a echar bala, es decir, aquel que resulte más salvaje? ¿Por qué criterios para decidir por quién votar como las propuestas para combatir el desempleo (que ya se acerca a un aterrador 15%), o los planteamientos sobre el modelo de desarrollo que necesita el país para superar el atraso y la pobreza, o el tema de la descentralización, la justicia, la educación, entre otros, han quedado relegados a un segundo plano?

2. Los candidatos dicen que van a hacer tal cosa o tal otra pero se olvidan de pronunciarse sobre aquellos factores que impiden que la política en Colombia pueda ser el espacio donde a partir de la deliberación se tomen las decisiones más acordes con los intereses nacionales. Mientras no se propicie una transformación que permita que la política deje de ser un espacio donde se transfieren recursos de los contribuyentes a los políticos más corruptos o se legisle a favor de unos pocos pero poderosos grupos económicos, los objetivos loables que un candidato pueda plantearse y los anhelos de quienes aspiran a que el país mejore gracias al ascenso de un buen político quedarán irremediablemente truncados. La política debe convertirse en el espacio donde todos decidamos colectivamente cómo vivir. Pero cuidado, cualquiera que pretenda ver en estas palabras un preámbulo para hacer proselitismo a favor de Sergio Fajardo que no se equivoqué, pues nada más distante a esa percepción. Si bien Fajardo pone el énfasis en este punto sus propuestas resultan del todo insuficientes para lograrlo, incluso ingenuas (como casi todo lo que propone). No basta, aunque es importante, con que los políticos elegidos tengan un comportamiento intachable (lo cual depende de que los votantes descarten a aquellos que han tenido antecedentes de corrupción y a los partidos que han sido cómplices de ello, es decir, que descarten al 90% de quienes están en el tarjetón). Es necesario además avanzar hacia el desmonte de las estructuras políticas que han permitido que el Estado esté hoy capturado por las mafias o por los intereses económicos de los de siempre. Esto a su vez implica reversar el proceso de concentración de la riqueza en las regiones que es lo que permite que las conciencias sean compradas, que la ignorancia y la necesidad lleven a que la gente entregue servilmente su voto -que es su única vía de participación- a una voluntad ajena a sus intereses, bien sea por un plato de lentejas, por tener la presión de un revólver en la cabeza para ir a las urnas o por cualquiera de las absurdas motivaciones por las que siempre ha votado la gente en este país.

3. Ya que por estos días los políticos andan invocando por doquier al señor Dios y muchos de quienes regalan su voto citan frecuentemente la biblia para no parecer ignorantes y dárselas de hombres buenos, deberían tomarse más en serio las sagradas escrituras y aplicar el precepto Por sus frutos los conoceréis (Mateo, 7, 16) al momento de decidir por quién votar.

Irremediablemente, quien realice este ejercicio y además decida hacerles a los candidatos al senado, la cámara y la presidencia las exigencias derivadas de los otros dos puntos aquí enunciados, se encontrará que las opciones que le quedan podrían contarse con los dedos de una mano mocha. Pero bueno, entonces aún hay esperanza.

Investigador del CEID, y (ya casi) economista de la Universidad Nacional  

jueves, 4 de marzo de 2010

Columna de Opinión

Por David Ernesto González Ruiz*

“Por lo demás, los hombres no derivan placer alguno (antes bien, considerable pesar) de estar juntos allí donde no hay poder capaz de imponer respeto a todos ellos. […]. En tal condición no hay lugar para la industria; porque el fruto de la misma es inseguro. Y por consiguiente tampoco cultivo de la tierra; ni navegación, ni uso de los bienes que pueden ser importados por mar, ni construcción confortable; ni instrumentos para mover y remover los objetos que necesitan mucha fuerza; ni conocimiento de la faz de la Tierra; ni cómputo del tiempo; ni artes; ni letras; ni sociedad; sino, lo que es peor que todo, miedo continuo, y peligro de muerte violenta; y para el hombre una vida solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”(Thomas Hobbes, Leviatán)

Con los recientes brotes de violencia que se han presentado en la capital colombiana se ha puesto de manifiesto que es necesario el monopolio de la violencia. Como decía Hobbes es mejor temerle a una persona que temerle a todos. Y eso, es lo que recientemente a pasado en Bogotá. La constante amenaza de violencia que ejercen los partidarios de los transportadores (o por lo menos, eso es lo que percibimos de los medios) ha provocado el colapso y el caos reinante. En el imaginario social por estos días, se impone la percepción de inseguridad. Ya no sabemos quien es el enemigo y por lo tanto, preferimos la sensación de seguridad que tenemos en nuestros hogares.
Pero, ¿quién tiene la razón? A mi juicio, lo que le ha faltado a la administración de Samuel Moreno y en realidad, a todas las administraciones donde se ha querido modernizar el Sistema de Transporte Público ha sido una socialización con la comunidad, que en últimas, es quien utiliza este servicio vital - como lo hemos podido comprobar - para una ciudad, mostrar las ventajas/desventajas de este sistema. Volver a la democracia participativa. Es cierto, con la democracia representativa se ha solucionado el problema del crecimiento demográfico y la complejidad de las redes sociales. Pero, tratándose de una situación que es sensible a la mayoría de ciudadanos (como lo es, la movilidad en la ciudad) la pedagogía cumple un papel determinante en el grado de aceptación de una política pública con alto grado de afectación social. Es importante que las demás ciudades tomen el ejemplo de Bogotá, y los gobiernos locales asuman un compromiso serio de educación a la comunidad frente a políticas públicas con alto grado de afectación social.


PD: A los miembros del CEID, por favor pasar a firmar el proyecto de este semestre donde Dorita. URGENTE
*Investigador Asociado CEID. Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad total del autor.