sábado, 12 de febrero de 2011

El problema no es la bolsa de leche

Por Sergio Chaparro Hernández*

Cada año, la alegría navideña se ve perturbada por una discusión en la que los protagonistas y los argumentos se repiten casi tan fielmente como los gozos de la novena. Siempre que veo en noticias a Tarsicio Mora y Julio Roberto Gómez, presidentes de la CUT y la CGT, diciendo que el incremento decretado del salario mínimo (SM) es miserable, o a Rafael Mejía de la SAC y al presidente de Fenalco afirmando que la productividad laboral no creció lo suficiente como para pensar en un considerable incremento salarial, se apodera de mí esa extraña sensación propia del deja vu típico que experimenta todo colombiano en diciembre.

Este año el suplicio se ha extendido hasta el mes de enero, en razón a que Santos tuvo la grandeza de reconsiderar una decisión e incrementar el SM 3090 pesos más. ¡Qué gran novedad! Un presidente que se pone del lado de los trabajadores para darles la posibilidad de comprar aproximadamente una bolsa de leche más al mes a cerca del 13% de los colombianos, que son aquellos para los cuales el incremento del SM tiene alguna incidencia directa.

Pero bueno, en este país cualquier cosa es cariño. Un gran logro del gobierno de la Unidad Nacional al fin y al cabo, pues las familias en las que un solo miembro trabaja y gana un SM, ya están a una bolsa de leche menos de alcanzar la canasta básica familiar (la cual es equivalente a un poco más de dos salarios mínimos). Ahora les falta que haya un incremento salarial equivalente a la otra mitad de esta canasta y ya podrán tener la posibilidad de consumir lo necesario para llevar una vida digna. Ya veremos hasta dónde llegará la bondad de Santos el otro año; o quizás podamos esperar el milagrito de otra rectificación demagógica durante este mes.

Pero ¿qué pasa con el 44% de los trabajadores colombianos que ganan menos del mínimo legal? La bolsita de leche más para los privilegiados que sí son cobijados por esta norma representará algunos puntos porcentuales más de desempleo y de informalidad, dirá algún economista de Fedesarrollo. No podrán ser contratados en condiciones de dignidad porque esa platica se gastará en pagar el aumento del mínimo y de los costos no salariales de los afortunados que hoy sí están empleados, dirá algún empresario resignado porque, a pesar de que quiere generar empleo, el gobierno se la pone muy difícil. Serán empleados dignamente porque cuando aumenta el SM, aumenta la demanda interna de la economía y con eso los incentivos para producir y para contratar más gente, dirá algún sindicalista, de la CGT quizás, entusiasta con la actitud revolucionaria de Santos.

Sin embargo, las variaciones significativas del desempleo y la informalidad, y el aumento de los ingresos reales de los colombianos, no dependen de que los pocos trabajadores que se benefician del incremento del SM puedan comprar o no una la bolsa de leche más. Hay otros factores importantes que deben ser considerados. Por concentrarse en apasionadas discusiones en torno a este tipo de problemas, la Comisión de Concertación de Políticas Laborales y Salariales se ha convertido en un escenario estéril, incapaz de generar compromisos de todos los actores para combatir los pobres resultados del mercado laboral.

Solo quizás cuando se piense mancomunadamente en cómo lograr incrementos en la productividad sin recurrir a la precarización del empleo; en fortalecer la inspección del trabajo para evitar la evasión de la legislación laboral; en la posibilidad de desligar la seguridad social del mercado de trabajo; en mejorar la formación del trabajador colombiano promedio para lograr incorporarlo al mercado laboral formal; o en cómo poner la política macroeconómica al servicio de lograr el pleno empleo, solo entonces, digo, no haremos tanto alboroto por una bolsa de leche.

Publicada en Semana.com
Investigador del CEID.