viernes, 30 de abril de 2010

Comentario a las recientes encuestas electorales en Colombia

Por: Roberto Mauricio Sánchez Torres*
Mi comentario de este semana está referido a los resultados de las encuenstas electorales de esta semana. La encuesta de Datexco, para CM& muestra que el 39% de los encuestados votaría por Mockus, mientras que el 27% por Santos. Por otro lado en la encuesta realizada por el Centro Nacional de Consultoría el 39% votaría por Mockus, mientras que el 34% lo haría por Santos. La muestra en la encuesta de Datexco es de 2225 personas, mientras que la de el CNC es de 1000 encuestados. Por su parte, el Censo Nacional Electoral para las próximas elecciones es de 26.595.717 personas.

Mi comentario a los resultados se refieren únicamente a los problemas de veracidad de encuestas de este tipo, dejando a un lado el análisis político, que por supuesto, requiere mayor rigurosidad.

Si bien, las encuestas muestran tendencias importantes, coincido con Posada Carbó, quien afirma que éstas "solo nos permiten examinar con alguna certeza las simpatías del electorado. Son simpatías volátiles, condicionadas a corto plazo por las elecciones presidenciales. Pero quizá tales resultados nos estén diciendo algo más sobre el nuevo rumbo del sistema de partidos", como escribí en una columna anterior, creo que lo importante del llamado "tsunami verde" no es que Colombia tendrá una propuesta íntegra de desarrollo económico y social, sino que la verdadera opotunidad es dejar a atrás el tradicionalismo partidista, y el letargo político del país, en ese sentido el candidato Mockus es una verdadera alternativa.

Pues bien, en mi opinión tres son los factores que indican serios problemas en la veracidad y confiabilidad de las encuestas. 1. Tamaño muestral. Si bien en término absolutos el tamaño muestral es importante, al ver el tamaño poblacional es en realidad muy pequeño gira entre el 0,000037% y el 0,000083%, esto implica, entre otros, problemas de correlación de los errores muestrales. (el tamaño poblacional es el Censo Nacional Electoral). 2. Ubicación de la Muestra. Como se observa en las fichas técnicas los lugares donde se ubican los encuestados, son centros urbanos grandes y pequeños, pero se deja a un lado el sector rural donde se encuentra el 20% del censo electoral, voto que es tradicionalista, y esto, quizás sería una reducción del llamado "voto de opinión" que representa Mockus. 3. Abstencionismo. Como siempre, el abstencionismo en el sistema político colombiano es muy significativo, y ese factor no lo tienen en cuenta las encuestas, en las pasadas elecciones gran parte del abstencionismo estuvo en la población joven, la misma población que en su mayoría apoya al cantidato del Partido Verde, quizás por ese motivo el día de ayer cuando se le peguntó por el crecimiento de su intención de voto lo que respondió Mockus inteligentemente fue "voy a invitarlos es a que revisen de antemano la página web de la registraduría para que verifiquen donde esta inscrita su cédula, dónde pueden votar, no dejen eso para última hora, y ese domingo votar temprano desde la 7 de la mañana, no vaya y sea que por la tarde haya congestion" (Entrevista CM&).

Nota Marginal: Como siempre, quiero advertir que la idea de este espacio es dar una opinión y no juicios rigurosos, buscando por supuesto, controvertir en los diferentes enfoques y posiciones. Descarto de antemano, y me gustaría que dijera las cosas de frente la persona que hizo el último comentario a mi espacio escrito la última semana, que con una posición de ofensa criticó a quien escribe y no lo que se escribe. Que por lo que observé y por las argumentaciones, que por lo banales no creo necesario controvertir, es la misma persona que realizó los comentarios a la columna de Carlos. En fin, creo que lo importante es darle trascendencia a lo importante, por lo que en adelante no me referiré a comentarios como los de ese "anónimo" a pesar de que eventualmente continúen apareciendo.



 *Estudiante de Economía Universidad Nacional de Colombia. Integrante del CEID

jueves, 29 de abril de 2010

El concepto del desarrollo: una nota sobre las categorías en lo económico.

Eder Carrascal*

Una breve inmersión en la discusión pertinente a la cuestión del desarrollo denota un problema cuya resolución es evidentemente compleja y difícil.
Este problema ha radicado en la multiplicidad de perspectivas, que se presentan provenientes de marcos teóricos aparentemente distintos y disimiles. Se trata en suma de permitir una definición acertada y clara sobre lo que implica el desarrollo. Siempre se ha visto que la ciencia económica ha generado todo un campo de investigación, lo que al profano le parecería cierto asumir que el desarrollo económico es en últimas desarrollo en sí. Nuevas perspectivas desde otras ciencias sociales agregan elementos de discusión, y no creen en la idea economicista de que el desarrollo se base simplemente en una idea de progreso material.
El desarrollo debe ser integral, y se hace consideración de los factores políticos (que no hacen parte esencial del neo-institucionalismo, por ejemplo) o la estructuración de una dinámica social (el marxismo re-visitado), entre muchos otros, que en principio deberían aportar algo a la tarea de hacer el concepto de desarrollo completo y comprensible, carente en lo posible de zonas oscuras e indefiniciones.

No es mi intención realizar una teorización al respecto; más si quiero poner en evidencia el hecho de que en la ciencia económica la construcción de conceptos, de categorías y de formas analíticas, es un reto para aquellos que se han formado asumiendo inclusive la significación de los conceptos de uso general en economía. Es decir, difícilmente hallaremos a un economista que se pregunte sobre el contexto y la forma propia de la idea de la oferta y la demanda, pues son conceptos cuya aceptación está dada, y la puesta en duda del uso de tales conceptos es vista como una inútil tarea investigativa. Y así como estos codificadores del orden del conocimiento económico son aceptados, se acepta el resto de elementos. No se entra en una discusión semántica por considerarse ajena a las labores de la disciplina, y la filosofía del lenguaje es tan extraña para el economista como gran parte de las discusiones que ocurren y trascienden en otros campos referentes a lo social.

Un punto de partida para mostrar la forma como en la economía se resuelven estos problemas está en la idea de Myrdal de que el desarrollo engendra sus propias validaciones, y se desentiende del análisis subyacente. Este economista sueco reconoció siempre las limitaciones del análisis económico tradicional; pero como muchos ( quizá, sospecho, la mayoría) no rechazó de plano la idea, derivada del análisis de Solow, de que el crecimiento es un sinónimo valido del desarrollo económico, y que la diferencia radica en el estado temporal en que se encuentren. O sea que el crecimiento económico (del PIB o de cualquier otro indicador ‘macro’ asociado) de corto plazo debe generar una senda óptima hacia el desarrollo, en ultimas la agregación de largo plazo de los efectos que genera el crecimiento económico. Esta idea, por simplista que parezca, es ciertamente difícil de falsear, quizá por su sencillez y evidencia empírica, o quizá porque el desarrollo es una incierta variable difícil de desagregar. La equivalencia crecimiento/ desarrollo parte del supuesto neoclásico de que el largo plazo es una sumatoria de pequeños plazos, con ciertos comportamientos adicionales pero en todo caso secundarios. Si no existe un concepto claro y definitorio sobre lo que quiere implicar el desarrollo, entonces la equivalencia, por contradictorio que esto parezca, permanece. No es gratuito entonces que Solow afirmara, en su teoría del crecimiento, que aquel factor dinámico (el A (*) del modelo tradicional) era la medida de nuestra ignorancia. Es claro que no saber la determinación del crecimiento de una manera más amplia es un problema; pero es de mayor gravedad hacer conexiones y afirmaciones sobre postulados que tienen una validez limitada.

No comparto la idea del relativismo, tal y como surgen en los trabajos de Godelier, en los que se expresa que el contexto socio-político fundamenta y da inicio a la ruptura difícil de conciliar entre perspectivas distintas sobre los problemas que la economía debería resolver o investigar. Yo entiendo que es muy diferente la visión que tenga un estudiante norteamericano conmigo sobre el problema del desarrollo, pero eso no implica que tenga que abandonar todo intento por comprender su situación y contexto. El relativismo ha pretendido desde mucho tiempo generar marcos teóricos que desentrañen los conceptos fundacionales de las ciencias sociales ( un término, usado muy burdamente, sería la deconstrucción como modelo de cuestionamiento de los paradigmas mantenidos en las disciplinas de lo social) generando salidas igualmente alternativas, pero que tienen el serio problema de no poder mantenerse como válidas, pues han generado la estructura idónea para un cuestionamiento que no tiene un final previsible sobre la idea misma del concepto que se quiere.

Los economistas deberíamos ser conscientes de varias cosas, a la hora de que se presenta esta discusión.

Deberíamos comprender que el uso de axiomas y supuestos es válido, como en cualquier ciencia, y que la acusación del ‘exceso de supuestos’ o del ‘irrealismo’ de las teorías tiene que ser argumentada bajo el hecho de que tales supuestos están mal construidos o formulados; además, no hay un método claro que determine cuantos y cuales supuestos utilizar. Pero que tampoco podemos dejar de lado la grave cuestión de que, sin importar el exceso de supuestos, las teorías no están sirviendo para comprender una realidad económica cada vez más apabullante; entonces el postulado de Friedman, una de las bases de la epistemología neoclásica a mi entender, no puede mantenerse con tanto orgullo.

Por otra parte, debemos ser conscientes del uso de los vocablos, y reconocer el factor politico que muchas veces puede implicar. Bien lo indican Myrdal o Gunder Frank cuando afirman que la construcción de un orden económico siempre deviene en categorías económicas que en últimas son sinónimos del orden politico. Cuando los países se etiquetaban como desarrollados o subdesarrollados, había una clara consciencia del papel pasivo de éstos últimos en el orden politico mundial. Esta categorización fue cambiada al ‘políticamente más correcto’ concepto de vías hacia el desarrollo: países que transitaron ya esta ruta frente a países que todavía siguen el camino hacia el desarrollo. Luego, se revisó el concepto por la presunción de que se estaba incurriendo en un paternalismo indeseable por parte de los países económicamente mas desarrollados. Es por ello que ahora el orden se ha fracturado, dejando en una gran incoherencia la cuestión última del desarrollo.

Quisiera concluir con la idea de que a veces los economistas usamos términos anacrónicos y que en otras disciplinas suscitarían un debate encarnado y polémico (el desarrollo económico es un discurso desarrollista que desconoce todos los factores sociales de relevancia, según la antropología del desarrollo, o la sociología de Pearsons). Es muy difícil convencer a los defensores de la teoría tradicional en economía que tales términos no son coherentes y que son usados por mera inercia. Y he ahí uno de los problemas más serios, en mi consideración, que afronta la disciplina económica: se ha perdido la capacidad de delimitar el campo de acción de la teoría puesto que sus conceptos más elementales, que deberían ser aceptados con un consenso relativamente amplio, son debatidos y rechazados por otras ciencias sociales, que se preocupan tanto en el fondo, como en la forma de las teorías que producen.



Referencias:

Myrdal, G. El elemento político en el desarrollo de la teoría económica. 1967. Ed. Gredos. Madrid.
Godelier, M. Racionalidad e irracionalidad en Economía.1982. Siglo XXI. México
Friedman, M. Essays on positive economics. 1975. Fendham-Carnegie Fund Papers. Boston.
* Estudiante de Economía. Miembro del CEID








lunes, 26 de abril de 2010

Opinión: La tecnología en beneficio de la sociedad

Por David Ernesto González Ruiz

“Un conocimiento reducido que actúa vale indefinidamente más que un gran conocimiento que permanece ocioso” K. Gibran.

La muerte de dos escolares en Bogotá tras haber sido arrollados por un bus biarticulado de Transmilenio por evitar el pago de la tarifa, pone en evidencia el grado de atraso en políticas sociales urbanas que existe en nuestro país. La movilidad de la población debe ser prioridad para los gobiernos locales. Y sobre todo, debe existir una tarifa preferencial para las personas más vulnerables de la sociedad.

En la mayoría de los países latinoamericanos –que se supone comparten similares características con nosotros– existen tarifas preferenciales en sus sistemas de transporte público. Por ejemplo, en Brasil la mayoría de sistemas de transporte urbano cuentan con tarjetas inteligentes para acceder al sistema. Si eres trabajador formal se te descuenta de tu salario el 8% mensual y tienes acceso al servicio de transporte todos los días hasta un límite de siete veces por día. Además los estudiantes de escuelas públicas y ciudadanos de la tercera edad –mayores de 65 años– tienen derecho a utilizar el sistema sin pagar nada, todo por cuenta de la Prefeitura (así, es en Rio de Janeiro). En Santiago de Chile, Transantiago posee también una tarjeta inteligente personalizada que ofrece una tarifa preferencial a los estudiantes para acceder al sistema de transporte de la ciudad. Y por su parte el Metro de Caracas hace lo suyo respecto a estas poblaciones vulnerables.

Mientras aquí, en Bogotá parece que los honorables concejales dedican su tiempo en dádivas y clientelismo (caso específico del concejal William Duarte). Según cifras de la Secretaría de Educación, 14.420 estudiantes de colegios distritales reciben un subsidio por valor de $65 mil pesos mensuales, pero solo de grados octavo, noveno y décimo, menores de 19 años y que vivan a más de dos kilómetros de distancia al centro educativo. Con tantos requisitos, ¿será que el proceso educativo sólo existe efectivamente en las aulas, y no en las bibliotecas, cinemas, museos, parques y demás espacios de la ciudad? Es necesario reclamar en nuestro país tecnologías como la tarjeta inteligente al servicio de la sociedad. En estos momentos de negociación del Sistema Integrado de Transporte Público (SITP) se deben especificar bien las condiciones de fabricación de esa tecnología y que no pase como en Manizales que colapsó el sistema por falta de esas tarjeticas. Ya es hora que Colombia se modernice, estoy de acuerdo con la idea de crear un organismo internacional que ayude a distribuir la tecnología y donde los países aporten según sus capacidades (sí, verdad es como utópica). Es necesario un ministerio de desarrollo y tecnología, lo mismo que uno de ciudades para que la brecha urbana, de desigualdad se reduzca y podamos evitar hechos tan lamentables como los ocurridos en Bogotá.

Adenda. Me parecen necesarias las movilizaciones y protestas realizadas en las calzadas de Transmilenio por la ciudadanía. Ya que la democracia representativa no ha funcionado en la capital, y son sólo los intereses particulares los que se atienden por la clase burocrática. Es necesario reclamar y defender los derechos colectivos y personales para mejorar las condiciones de la sociedad.

domingo, 25 de abril de 2010

¿Cómo es que las entidades financieras en plena crisis obtienen "buenas" utilidades?

Carlos Alberto Suescún Barón*

Es díficil entender a veces las contradicciones, y quizás es díficil porque simplemente no existen para una realidad particular. Mientras en Colombia el desempleo ya casi llega al 13% (y seguramnte seguirá creciendo de manera pronunciada), las cifras de la actividad industrial muestran leves recuperaciones en sectores que contribuyen marginalmente al empleo (plásticos y sectores de quimicos derivados del petróleo) y en otros con mayor contribución siguen desacelerándose (Boletín de la Muestra Mensual Manufacturera, febrero de 2010; DANE)  después de una caída estrepitosa; al mismo tiempo que la inflación sigue a la baja, evidencia de éste  estancamiento de la economía. Con este escenario tan caótico que no le incluimos otros aspectos como el nivel de endeudamiento, las crisis de sectores como la salud, quizás para que cualquier parecido con las realidades que mostraría el más pesimista de los autores en sus escritos no parezcan una burla ante la gravedad; concebir un nivel de utilidades del sector financiero (y en particular de los bancos comerciales) de 8.49 BILLONES en el año 2009, parece la mayor de las contradicciones por no llamarle despropósito.

Desgraciadamente las evidencias muestran que el carácter trágico de esta realidad no pareciera ser una contradicción. No puede ser algo indisoluble en el razonamiento desde dos opticas que la componen y que no lleva a una respuesta adecuada en el entendimiento, por el simple hecho de ser parte de una realidad que para desgracia de los objetos del desarrollo económico, social y humano de la nación colombiana está bien fundamentada en el sistema. Curioso que la dinámica económica este sometida a la lógica financiera, que incluye las esferas de lo estatal y lo privado, pero no contribuya a su reactivación. ¿Qué explica tal nivel de utilidades? En gran medida esto se explica por la naturaleza de las inversiones, que en concordancia con la política monetaria sirven para que gran parte de su portafolio se mantenga en títulos de deuda pública (TES), que además de brindar buena rentabilidad tienen la cualidad de la seguridad (prácticamente riesgo cero); y sin duda por los ingresos generados de la intermediación financiera (uno de los más altos de Latinoamérica) que esquilman en gran medida los de por si bajos ingresos de la mayoría de la población, porque no existe diferenciación de costos en este tipo de negocio. 

Las utilidades de este sector  (particularmente en Colombia) no tienen mayor contribución a la sociedad, pues además de ir a parar a los bolsillos de los accionistas de Bancos, Corporaciones, Fondos, etc., el crédito, la esencia de este negocio, en Colombia es una  potencial fuente que restringe las posibilidades de desarrollo. Está demostrado que la mayoría de la población Colombiana  (y más precisamente la población más pobre), no tiene acceso real al crédito, el cual es sin duda el motor y esencia de cualquier actividad productiva. 

En estas épocas de propuestas (promesas) de los candidatos, sería bueno que el electorado revisara que se tiene sobre éste tema (si bien me considero un escéptico en el campo de las promesas políticas,  estoy convencido que más que la confianza en cierto personaje, la confianza en su pensameinto reflejado en sus propuestas si debería servir para fortalecer la democracia), por ejemplo, que mecansimos se proponen para democratizar el crédito y convertirlo en la fuente del desarrollo de la nación colombiana, cómo se piensan controlar los excesos de la intermediación financiera que afectan el ingreso real de los usuarios (que no discrimina mayor progresividad ya sea por estrato social, monto o actividad), cómo converitr de esas ganancias a mi parecer excesivas (aún reconociendo la importancia de esta activiadad y de su desarrollo en los útimos años) una fuente de ingresos tributarios (¿por qué esto no se discute en las propuestas de reforma tributaria estructural y sólo se piensa en el IVA?). Es hora de develar la contradición no desde los argumentos teóricos (que nos pueden llevar a falsearla) sino de aquellos que hacen expresas  las necesidades de la población colombiana, su desarrollo y su bienestar.




Enlaces relacionados: 
1. http://www.dane.gov.co/files/investigaciones/boletines/mmm/bol_mmm_feb10.pdf
2. http://www.portafolio.com.co/economia/economiahoy/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR_PORTA-7217908.html
3. http://www.banrep.gov.co/publicaciones/pub_emisor.htm


*Economista, egresado de la Universidad Nacional de Colombia y miembro vinculado al CEID

sábado, 24 de abril de 2010

Lo público y lo privado III: Demandar al Estado vs empoderar a la sociedad.

Por Sergio Chaparro Hernández*

En la primera columna de esta serie intenté defender la idea de que los distintos actores de la sociedad civil no debemos esperar pasivamente a que el Estado sea el único gestor de las transformaciones sociales. Creo sin embargo que no solo se requiere quitarle al Estado el monopolio de la transformación de lo público, sino fortalecer una estrategia en particular para lograrlo. Para explicarme mejor será necesario hacer una pequeña reflexión sobre las diferentes estrategias que las organizaciones de la sociedad civil emplean para luchar por sus reivindicaciones.

Empiezo por decir que Colombia es una tierra fértil para el surgimiento de ONG´s. Además, las que ya existen a nivel internacional encuentran en nuestro país una realidad que las reclama a gritos. Así se propongan tratar problemas de otros países, nuestras tragedias terminan por desviar sus ojos hacia este accidentado territorio donde se mezcla el sufrimiento propio de una historia republicana llena de contradicciones con las pasiones más autóctonas que puede llegar a tener cualquier nación del trópico. De manera que las organizaciones que reclaman para sí la vocería del resto de la sociedad no son para nada escasas. ¿Qué explica entonces que la reducción de la pobreza sea tan lenta o que persistan las violaciones sistemáticas de derechos humanos por parte de actores tanto legales como ilegales?

La explicación no se agota en un solo factor. Sin embargo, creo que uno de los problemas fundamentales es la preeminencia de una manera de actuar, entre muchas posibles, de las organizaciones que representan a la sociedad civil. Esta forma de actuar se ha concentrado en la denuncia, en el litigo ante tribunales internacionales o ante la comunidad de naciones con el fin de buscar sanciones jurídicas o políticas contra el Estado. En esta especie de tribunal internacional al que se apela continuamente y donde el Estado está condenado a sentarse en la silla del acusado, se puede decir que la relación entre las ONG´s y sus representados es similar a la que se da entre un abogado y su cliente. El abogado defiende a su apoderado con base en un conocimiento que este último desconoce; su objetivo es lograr un dictamen de un tercero a partir de unos medios que el defendido nunca aprende a usar. Que en este litigio se gane o se pierda no marca una diferencia en lo que le ocurre internamente al cliente, el permanece igual, no se transforma, a lo mas que puede aspirar es a recibir un beneficio externo. De manera que cada vez que surja un nuevo incidente el cliente volverá a necesitar de su abogado para resolverlo, agravándose de esta manera la relación de dependencia entre uno y otro. Así, a la sociedad civil se la inhibe de desarrollar sus potencialidades para luchar por sus reivindicaciones y protegerse autónomamente de amenazas futuras externas, pues siempre requerirá de intermediarios que no se preocupan por garantizar las condiciones para que pueda superarse esta relación jerárquica entre ONG´s heroicas y sociedad civil débil.

Algo similar ocurre cuando se busca adoctrinar a los grupos vulnerables de la sociedad civil. Esta forma de “empoderamiento” parte de la creencia de que unas personas con capacidades superiores, o con una “conciencia de clase” propia de privilegiados o iluminados, va a enseñar (o mas bien adiestrar) a aquellos cuyas condiciones miserables los han convertido en unos incapaces de reconocer la verdadera dimensión de las cosas. Lo importante aquí es transmitir una información que lleve a la acción política requerida y no despertar en aquel a quien se busca transformar una capacidad que de entrada se le reconozca que ya tiene. Esta forma de “amor al prójimo” solo refleja el odio y la voluntad de ponerse por encima de los otros. En ese caso creo que nada lo haría más indigno a uno que el hecho de que lo quieran ayudar bajo esta forma de “amor” que sólo está encubriendo una profunda y mezquina vanidad.

La alternativa por lo tanto es la pedagogía de igual a igual, la transmisión de una voluntad de organizarse para resistir, el respeto a los procesos y las propias capacidades de los actores sociales para dar sus luchas, el diálogo franco si se quiere. Pero ¿cuántos de quienes nos reconocemos como personas comprometidas con la transformación de una sociedad donde la injusticia aún sigue siendo la regla estamos dispuestos a asumir como propia esta tarea? Empezando por las tentaciones que representan para nosotros -profesionales novatos o aún en proceso- jugosas remuneraciones en trabajos propios de personas de éxito, incluidos los de prestigiosas ONG´s, o atractivos proyectos de vida generosos en logros individuales pero pobres en contribuciones solidarias y emancipatorias a quienes más lo necesitan.

No pretendo imponer un único criterio de legitimidad para la elección de los fines que cada quien decida perseguir con su proyecto de vida. De manera que me dirijo a quienes dentro de su realización personal le dan un valor amplio a lo que sucede con los más vulnerables. Lo escrito aquí tampoco es una invitación a que las ONG´s abandonen sus luchas jurídicas y políticas a nivel internacional, pues reconozco la necesidad de que alguien cumpla este papel. Es mas bien un llamado a que quienes nos disponemos a emprender la tarea por defender a la sociedad civil, lo hagamos reconociendo que quizás lo que ésta reclama de nosotros en estos momentos es más personas que realicen el trabajo de base y no tantos tramitadores profesionales de sus demandas.

*Investigador del CEID y Economista de la Universidad Nacional

viernes, 23 de abril de 2010

Comentarios sobre la cuestion de la enseñanza de la ciencia económica

Por: Roberto Mauricio Sánchez Torres*

A propósito de los avances en el proyecto que actualmente se desarrolla en el CEID, me gustaria aportar unas breves posiciones frente a la enseñanza de la economía y los debates que se desarrollan en Colombia y en el mundo frente a esto.

En este debate hay varios enfoques a partir de los cuales se pueden construir ideas y críticas frente al tema. Hoy quiero resaltar un problema general de la educación moderna, y dos problemas inmanentes al desarrollo de la Teoria economica y su enseñanza.

La educación en el mundo ha sufrido grandes cambios estructurales, uno de esos cambios fue la masificación de la educación superior y con ello un importante problema de calidad de la educación, perdiendo importantes epicentros de dicusión como los seminarios que se desarrollaban en la vieja escuela alemana de inicios del siglo pasado. Este problema trae asociado un elemento que me parece importante poner en discusión y es, por un lado, la impersonalidad de la educación, el rompimiento de relaciones humanas entre el maestro y el estudiante y el anonimato del mundo pedagogico, por otro lado, la percepcion individualista del conocimiento, temas que propongo para la discusión al interior del grupo y que me parece sirven para desarrollar el proyecto en su parte práctica.

Los elementos internos de la enseñanza de la economía han sido ampliamente debatidos, sin lugar a dudas el movimiento de estudiantes franceses que buscaban la difusión de teorías alternativas a la neoclásica, ha sido el más reciente epicentro del debate sobre la pedagogía en economía. hay dos puntos en común en esta y otras críticas, el problema del "autismo" económico, y el problema del "imperialismo" de la ciencia económica. El "autismo" se refiere a la excesiva formalización de la teoria que no lleva a ningún lado, sin ser imprecsindible, el problema es cuando ésta (la formalización) se convierte en el fin en si mismo. El llamado "imperialismo" es la generalización de conceptos de economía en otras ciencias, a las que los economistas ven como ciencias inferiores, y que por lo mismo se desconectan de ellas, creyendo que no sirven, o que simplemente no son necesarias.

Pues bien, para no extender las ideas sin haber entrado en debate, estos problemas creo que son puntos de partida frente a los cuales nos sirve discutir para el desarrollo del proyecto, pero también para generar un debate externo al grupo y proyectar nuestra posición en otros escenarios.

*Estudiante de Economía. Universidad Nacional de Colombia. Integrante del CEID

jueves, 22 de abril de 2010

Opinión: ' ¿ Seré yo, Maestro? '. Lo que los economistas hemos hecho mal

Eder Carrascal*

Debo iniciar este post con una confesión. Paul Krugman es uno de mis autores favoritos, en casi cualquier tema económico. Me parece acertado en sus comentarios acerca de la recesión actual, así como en las crisis económicas pretéritas, y en algunas de sus formulaciones de política para intentar suavizar o inmunizar los efectos recesivos. Soy consciente, por supuesto, que el nombre Krugman en la escena intelectual y política tiene una resonancia superior a la de muchos economistas, vivos o muertos, pues para muchos representa la quintaesencia de lo que un profesional en el campo económico debería realizar. Por supuesto, la heterodoxia no ha hecho muchos esfuerzos por considerarlo uno de los suyos: siempre será un hijo de los axiomas neoclásicos, un post-keynesiano transformado que se rehúsa a aceptar muchos de sus postulados, y un acérrimo crítico de la estructura marxista.

Pero no se trata de la opinión que tenga sobre este premio Nobel, opinión personal y algo sesgada. Se trata de un artículo, que ha adquirido mucha relevancia desde su publicación, ¿How did economists it so wrong?, escrito un poco después del plan de salvamento de la administración Obama. Muchas de sus consideraciones sobre el estado actual de la economía como ciencia y como disciplina académica merecen una revisión más detallada, y tratándose de un artículo de opinión, no puede esperarse que la crítica se base en una profundidad retórica desde la posición que Krugman ataca, como lo hicieron en su momento John Cochrane y Larry Summers.

Krugman dice en resumidas cuentas que la economía, y por ende los economistas, han perdido el tiempo durante 30 años o más. El surgimiento de nuevas corrientes en la macroeconomía, como los análisis de la Teoría del Ciclo Real, la Nueva Macroeconomía Clásica, la Macroeconomía Financiera Clásica, entre muchas otras, se ha visto como un avance en el régimen discursivo de la economía, en especial de la macroeconomía. Recordemos que el talante neoclásico casi que impone que se preserve la dicotomía entre lo micro y lo macro, estas teorías quieren ser novedosas (no revolucionarias) al insertar el análisis microeconómico de vanguardia con los desarrollos recientes en los campos de la teoría del ciclo económico y los mercados financieros. Hasta aquí, todo bien, si estuviésemos convencidos que el equilibrio, el pleno empleo y la prosperidad perenne son cosas que pueden realizarse sin mayores problemas.

Pero las crisis existen, quiéranlo o no  John Cochrane o Robert Lucas; y de hecho, afirmar que éstas surgen porque así lo exigen los agentes (racionales y llenos de información hasta reventar) parece ser un contrasentido con la realidad. Pocas personas se alegran de que la situación económica vaya mal (obviamente que no todos pierden en las recesiones, véase Goldman-Sachs, o los banqueros en general, la familia Kennedy que se hizo millonaria comprando empresas quebradas a precio de huevo en la recesión de los años 30, etc.) o de perder su trabajo. Pero si eres uno de los agentes típicos de estos modelos, deberías contentarte con que se produzcan cambios de largo plazo no predecibles en la función tecnológica, pues eso es bueno para la economía, y para ti también debería serlo. Si pierdes el trabajo es porque deseas sustituir en el corto plazo la utilidad que te causa recibir un ingreso laboral para disfrutar de un ocio casi que ilimitado y plenamente disfrutable. Si no consigues trabajo, de pronto estás buscando mal, o de pronto no quieres en verdad trabajar. Obviando las ecuaciones en diferencias que expresan esto, me parece casi que ofensiva a veces la manera en que muchas teorías económicas modelan el comportamiento de las personas.

El disgusto hacia Keynes es evidente en la nueva macroeconomía clásica. Lo que importaba, o sigue importando a estos teóricos, es el largo plazo. El ciclo económico es una fluctuación natural y determinada por ciertas fuerzas económicas endógenas (algo con lo que no puedo evitar estar de acuerdo) y por tanto, cuando se presentan caídas súbitas en la producción agregada, en indicadores lideres como el nivel de desempleo o la inversión en capitales fijos, el economista debería recomendar esperar y ver. Si surge la crisis, las medidas contra-cíclicas pueden ser contrarias a las intenciones de política. De esto se concluye que las ideas de Keynes sobre las crisis no podrían estar más equivocadas. Si uno piensa que es normal un alza imprevista en el desempleo, si se piensa que la falta de inversión en exceso de ahorro es algo ‘que permitiría un mejoramiento gradual en la dinámica positiva de la estructura tecnológica’ (un parafraseo burdo de Prescott), entonces, ¿por qué preocuparse por intervenir con políticas económicas innecesarias? ¿Para qué meterle el palo a la rueda?

El debate que plantea Krugman ha causado un revuelo en la comunidad académica americana, y por ende, en la comunidad internacional. Cochrane, uno de los líderes de la investigación en la macroeconomía financiera, dice ser atacado personalmente y presenta una petición por desacato. La Fundación de Milton Friedman estima inconveniente la citación que hace el autor (Krugman piensa que ya ni la Escuela de Chicago sigue los postulados monetaristas que uno de sus más renombrados fundadores recomendó en recesiones previas: se lanza en ristre contra todo conocimiento económico anterior.) Larry Summers (ex director del FMI, hoy principal asesor de Obama) dice desconocer aquello que plantea Krugman de manera tan jovial pero a la vez algo oprobiosa. Los post-keynesianos lo aplauden. Y luego Stiglitz se adhirió a la idea de rescatar a Keynes del olvido y el desprecio.

De todo esto me queda una sensación de preocupación. Si las críticas de Krugman son ciertas, o al menos, no son tan reprobables como piensan los directamente afectados, entonces la economía (decir ciencia económica se presta ahora a un debate triste y complicado) ha perdido el rumbo. Desde siempre se supo que los mercados eran cualquier cosa, menos perfectos, flexibles y estables. ¿Por qué tal paradigma se aceptó como un axioma valedero para cualquier circunstancia? ¿Cuando dejamos de separar el supuesto con la realidad económica? La sofisticación matemática nubló la visión de muchos problemas económicos, concretos y reales, pero esto no parece ser algo de que preocuparse, según muchos.

El problema es que es muy difícil abstraernos de una teoría que ha dominado el pensamiento económico contemporáneo. Cualquier crítica contra la economía neoclásica reciente (aunque pienso que el término neoclásico no es más sino un anacronismo) queda excluida por una retórica analítica que no considera el punto de crítica de teorías alternativas, su esquema de respuesta es, casi siempre: el modelo no quería decir esto, sino aquello. Cualquier compañero de estudios podría refutar lo dicho por Krugman, partiendo de un marco analítico que excluye, por naturaleza propia, la disensión teórica. Por eso oigo decir que la economía neoclásica no es a la final tan mala, y hay que apreciarla desde otra perspectiva, y valorar los aspectos optimistas y útiles. Quisiera que los problemas económicos de las sociedades pudiesen apreciarse con esta paciencia y comodidad, y que las teorías sean intentos desinteresados, elucubraciones algo ingenuas en la solución de problemas secundarios. Pero la economía no es usada ingenuamente, y lo económico es casi una cuestión fundamental en las sociedades modernas.

¿Qué hay que decir con respecto al desarrollo económico? Pensémoslo, si los fundamentos teóricos de la ciencia económica se resbalan de sus cimientos, pero se mantienen casi que de manera inexplicable, deberíamos esperar unos resultados posteriores igual de deficientes. Y también deberíamos esperar que las teorías sobre el desarrollo estén ahí, inalteradas, inmunes a las criticas, por la fuerza del dogmatismo. Si alguien dentro del centro intelectual de la economía, procedente de una corriente teórica fascinada por el reduccionismo y la pulcritud del análisis, creo que es porque algo de gran magnitud ocurre en el interior mismo de la ortodoxia ( de nuevo, un anacronismo, a mi parecer), y que pone en entredicho la frágil seguridad que brindaba ser parte de una forma de ver el mundo como el mejor de los mundos posible. Imaginemos ahora, desde la periferia, desde una realidad aún mas alejada de ese, el mejor de los mundos, que se cuestione de una manera tan directa la labor de la ciencia económica desde hace tanto tiempo.
Sin animo de sonar como un radical, pues no me considero así, pienso que la labor que tenemos como integrantes de una comunidad academica como la económica es realizar un cuestionamiento al debate y estado actual de la ciencia economica. El rechazo de plano a las teorias no es útil ni necesario, pues creo, algo ingenuamente, que es posible hacer la critica desde adentro. Esto se ha realizado anteriormente, por supuesto, pero no con la intención de cuestionar propiamente, sino de construir en base a fundamentos que están mal cimentados. Habrá que buscar otras perspectivas y desligarse de muchas lógicas que resultan ser sofismas bien elaborados. Pienso que será el reto más grande que tendremos de aquí en adelante, si queremos en verdad ser propositvos ante una realidad cada vez más compleja y ajena a lo que explican las teorías que nuestros profesores alabaron.

* Estudiante de Economía, miembro del CEID

miércoles, 21 de abril de 2010

Opinión: ¿Se puede predicar la tragedia de los comunes del sistema general de participaciones?

Por Miguel Naged Rondón*

La tragedia de los comunes, es el fenómeno en el cual varios individuos actuando naturalmente y en pro de su interés personal, se aprovechan de un recurso común hasta el punto de destruirlo. Básicamente, es satisfacer intereses individuales sirviéndose de un bien que no es propio pero que puede ser usado por todos, hasta tal punto de arrasar con este.

A mi parecer este fenómeno se presenta evidentemente en el sistema general de participaciones colombiano (sistema por el cual se le asignan los recursos a las entidades territoriales; departamentos distritos y municipios). Para llevar a cabo la distribución de recursos a los distintos niveles de la descentralización territorial es necesario ejercer una presión tributaria a los ciudadanos, lo que crea una bolsa común de recursos (Presupuesto Nacional) que se convierte en un bien público con el objeto de solventar y cubrir las necesidades más básicas que se presentan en nuestra sociedad. Aparentemente este bien público está destinado a protegernos, a cumplir con una especie de contraprestación por el hecho de que la misma ciudadanía es la que cumple con la carga de formar el recurso. Pero lo que se presenta en la realidad es que nunca la totalidad de la ciudadanía cumple con la tributación impuesta y en muchos casos ni siquiera la ley impone tributos a algunas clases sociales, pues manifiestamente la ley colombiana está hecha para que la clase social que soporta la carga tributaria mas fuerte sea la clase media debido a que las clases con menos posibilidades económicas no tienen la forma de cumplir con este principio. Lo que es en cierta medida entendible. Por otra parte las clases más altas y con mayor poder económico son las que tienen el manejo político del país, son las que con sus capitales le imponen al país sus congresistas y servidores públicos que tienen como objetivo oculto, pero claro, favorecer a quienes los tienen en esa posición. Esta es la explicación a la parcialidad tan evidente de las leyes colombianas en todos los campos, y una de sus consecuencias es que la mayor parte de recursos provenientes de la gran clase media se quede en unos pocos que se aprovechan del bien público más importante del país el cual iba destinado a apoyar la misma clase media y a los menos favorecidos que son en ultimas el objeto de dicho bien público. En el congreso cada fuerza política lucha en los debates por quedarse con una parte más grande cada vez de recursos para su zona, los que después se invierte a través de contratos concedidos a empresarios que hacen parte de esa minoría que eligió al congresista y que al momento de ejecutar dicho contrato se queda con una considerable parte del recurso asignado; esto consecuentemente trae una inversión o gasto mal hecho, que no cumple con lo que en pleno debería cumplir ni con la satisfacción del interés general. Finalmente, están acabando con el frondoso pastizal del Presupuesto Nacional.

* Columnista Invitado. Estudiante Derecho Universidad del Rosario.

CIENCIA Y CULTURA COMO BIENES PÚBLICOS

Por: Andrés Fuerte Posada – CEID

En la tradición económica ortodoxa, un bien público se define como aquel que tiene dos cualidades: no exclusión y no rivalidad. Es decir, no se puede evitar que alguien consuma el bien y el hecho de que alguien lo consuma no disminuye las posibilidades de consumo de los demás. Se acostumbra decir que es difícil encontrar un bien público puro, ya que muy pocos bienes cumplen estas condiciones. No está de más recordar que esta es sólo una definición de una corriente específica de la economía y que hay espacio para otro tipo de conceptos.
En principio, algo como un libro, una pieza musical o una película, son bienes excluyentes y en algunas ocasiones rivales. Si yo leo un libro, es difícil que otras personas lo lean al tiempo y es posible impedir que alguien lo lea. El análisis se puede extender a la música, las películas, teorías científicas, etcétera.
Sin embargo, algunos avances tecnológicos, combinados con ciertos fenómenos sociales han cambiado un poco el panorama. Los libros pueden escanearse y colgarse en internet;  la música puede quemarse, digitalizarse y difundirse fácilmente, al igual que las películas en ciertos formatos. Esto quiere decir que los bienes culturales o de contenido científico pierden su condición de fácil exclusión. Ahora, si se difunden libremente, se presenta un problema inminente: nadie paga por consumir el bien y por lo tanto, no hay incentivos para su producción o quienes los producen seguramente llegarán a la quiebra.
Ante este problema, surgen los derechos de propiedad intelectual, que buscan salvaguardar los intereses de los científicos, innovadores y artistas. Hacerlos respetar no es una tarea fácil y la sociedad parece esforzarse (sin mucho éxito) en lograrlo a través de diferentes campañas e incluso de castigos legales a quienes no respeten estos derechos.
Empresas como blockbuster, tower records o Betatonio, que se dedican a la comercialización de material legal están casi desaparecidas. Por otro lado, en el TLC que Colombia esta en proceso de firmar con USA, se incluyen fuertes sanciones para quienes violen la propiedad intelectual, incluyendo las patentes de los medicamentos. Cada vez aparecen técnicas más sofisticadas para proteger las obras artísticas en formatos digitales que luego son quebrantadas y se sigue persiguiendo a vendedores ambulantes quienes con el afán de sobrevivir se dedican al comercio de mercancía pirata.
El llamado es entonces a tratar la ciencia y la cultura como bienes públicos, proveídos mayoritariamente (aunque no exclusivamente) por el Estado, con contribuciones progresivas de la sociedad. Las razones son básicamente dos, además de las ya expuestas: es injusto que los artistas y científicos no obtengan una retribución por su trabajo. Por otro lado, es deseable que toda la población acceda tanto a la ciencia como al arte, sin importar su nivel de ingreso o condición social. Puede sonar utópico (“you may say I’m a dreamer…") en el momento, pero debemos dar pasos en esta dirección.  


domingo, 18 de abril de 2010

OPINIÓN: "DEL PLURALISMO EN EL SABER AL PRAGMATISMO EN EL HACER: UNA AUTORÉPLICA"

Por: Carlos Alberto Suescún Barón*

 
Hace ocho días en este mismo espacio opine sobre el carácter pragmático que debería ser adherido a los principios de acción de política económica de los gobiernos, y en sí de las decisiones que deberían tomar las personas o los distintos actores organizados y no organizados en un ambiente democrático. Este carácter pragmático escribí en ese texto, se justifica por el hecho de que muchos criterios de decisión sustentados en algunas teorías no van acorde con unas evidencias y comportamientos de las variables en la realidad. Para tal efecto tome el ejemplo del desempleo y la interpretación que desde la teoría neoclásica se tiene de su existencia en el corto y mediano plazo, las justificaciones de su persistencia y las soluciones del mismo; al mismo tiempo que reseñe la posibilidad de utilizar un enfoque distinto de la misma problemática, sustentado en el hecho de la conveniencia y la relevancia del mismo dadas las condiciones actuales, tal sugerencia recae sobre todos los desarrollos alternativos que tienen por núcleo el principio de Demanda Efectiva.

Hoy, ocho días después del llamado a esa reflexión, debo decir que hay un vacío en tal análisis o propuesta: ¿de qué sirve llamar al pragmatismo en la práctica cuando no tenemos pluralidad en lo teórico? Sin duda, sé que muchos estudiantes tenemos la posibilidad en una institución como la Universidad Nacional de conocer además de múltiples enfoques teóricos en nuestra misma disciplina, también la de intercambiar con otras disciplinas de manera sistemática aún en el pregrado (un aspecto que rescata nuestro grupo, al considerar como fundamental lo Multidisciplinario). Aún así, el peso que genera un paradigma en el saber es un aspecto de suma importancia a la hora de cuestionar aspectos tanto pedagógicos como de contenido de los distintos programas en Ciencias Sociales, en especial los de Ciencias Económicas. De esta manera puede resultar completamente inocua la propuesta de indagar en otros enfoques la esencia de las problemáticas y las medidas que se debieran tomar en torno a ellas, si antes no se reflexiona por algo, que incluso vale la pena reseñar, apareció como comentario a mi anterior columna de opinión: la educación.

Es pertinente en estas épocas de crisis y contradicciones, cuestionar tanto lo que se aplica como lo que se enseña, de tal forma que ampliemos como científicos el espectro de análisis tanto de las interpretaciones como de las acciones (políticas); bien sea como un impulso del saber, es decir, haciendo de la diversidad de enfoques en la enseñanza un potencial y no un desperdicio (tal y como se interpreta desde la enseñanza en un sentido funcionalista reducido sustentado en los enfoques por competencias laborales, por actividades especializadas, etc.), o simplemente por una necesidad a la que obligan las situaciones especificas de una coyuntura particular susceptible de ser analizada desde diversos campos del análisis que en definitiva son del interés común.

Es por tal motivo que quizás pedir un enfoque alternativo en la conducción de las políticas, como las que servían para ejemplificar los problemas del desempleo bajo los enfoques relacionados con la Demanda Efectiva, cuando se desconoce (o se estudia de manera marginal) la naturaleza teórica del mismo concepto, los supuestos de los modelos que se han desarrollado, y en sí todo lo que contienen los programas de investigación relacionados (incluidas las limitaciones), puede ser irrelevante, además de peligroso. Así, antes quizás de cuestionar lo que hacemos (o lo que otros hacen), y proponer (con justa razón quizás) enfoques alternativos, es importante analizar las limitaciones, la fragmentación y la unidireccionalidad teórica a la que nos conducen los paradigmas legitimados y sostenidos en el proceso de aprendizaje (caso fundamental, sin duda es la educación superior), esto con el fin de propender a una emancipación de los límites del conocimiento que permitan con el paso del tiempo una mayor capacidad de reacción ante los problemas subyacentes en un ambiente o tiempo particular, o al menos reduciendo el riesgo de error por efectos cíclicos de malas interpretaciones.


*Economista de la Universidad Nacional de Colombia, miembro e investigador asociado al Centro de Estudios Interdisciplinarios sobre Desarrollo (CEID).

sábado, 17 de abril de 2010

Lo público y lo privado II: Los dilemas entre pluralismo e integración social.

Por Sergio Chaparro Hernández*

Jhon Rawls, en su Teoría de la Justicia, intentó responder una pregunta crucial para las sociedades contemporáneas: ¿Cómo es posible garantizar una sociedad bien ordenada aún donde conviven personas con concepciones tan radicalmente distintas sobre el mundo? Y digo que es crucial por cuanto está en el centro de muchos de los conflictos étnicos, religiosos, políticos y culturales que se libran hoy por hoy en distintos lugares del planeta.

Esta pregunta le concierne a palestinos e israelíes, a vascos y españoles, a inmigrantes y nativos en los países desarrollados, a países como el nuestro donde existe una deuda histórica con las comunidades étnicas tradicionalmente excluidas y, por qué no, a venezolanos y colombianos ante la amenaza que puede significar el surgimiento de peligrosos brotes de intolerancia.

La estrategia de Rawls para responder la pregunta fue muy sutil, pero no por ello pasó desapercibida ante los ojos de sus críticos, principalmente los comunitaristas. Repasémoslo brevemente.

Tratando de poner en conceptos el espíritu de las instituciones de la sociedad occidental, Rawls apeló a la distinción público-privado para separar el espacio donde pueden tener juego las creencias y los intereses de cada quien, de aquel donde es necesario abstraerse de las motivaciones propias y pensar cooperativamente en pos de alcanzar la estabilidad social. Rawls no deriva un espacio del otro, como lo hizo por ejemplo Hobbes, pues los sujetos morales son tanto racionales (capaces de perseguir objetivos propios con medios eficaces para hacerlo), como razonables (dotados de sentido de la cooperación y capaces de reconocer el derecho a existir de otras concepciones de mundo y de considerar intereses comunitarios). El espacio público ha de ser el terreno donde, basándose en concepciones políticas de la justicia y no en dogmas religiosos o morales, se discutan los principios que conformarán la estructura básica de la sociedad. Por esta razón, es necesario que este espacio se construya desde una posición original en la cual, a través de ficciones como la del velo de ignorancia, se logren aislar aquellos elementos que puedan propiciar que los principios de justicia se diseñen para favorecer intereses personales, o para incorporar una visión moral particular dentro de la estructura básica de la sociedad. El consenso traslapado, derivado de este ejercicio hipotético, arrojaría como resultado dos principios de justicia destinados, en primer lugar, a garantizar un esquema de libertades en lo privado lo más amplio posible e igual para todos y, en segundo lugar, a establecer la manera en que se podrían admitir desigualdades en los bienes básicos sin cometer injusticias (meritocracia en los cargos, y principio de la diferencia o maximin rawlsiano).

Los comunitaristas reaccionaron apuntando a resaltar que los principios de justicia de este liberalismo rawlsiano, y la concepción política del sujeto que los sustentan, no eran neutrales, pues, ciertamente, establecían un compromiso fuerte con una idea moral de ciudadano propia de la cultura mayoritaria, excluyendo así formas de participación no democráticas, o incluso esquemas de justicia alternativos como los que caracterizan a las sociedades ancestrales. De ahí surgió la necesidad de incorporar en los ordenamientos jurídicos los derechos multiculturales, los cuales incluían la posibilidad de que algunas comunidades tuvieran autonomía política y administrativa o que se rigieran por jurisdicciones especiales. De esta manera se aceptó que algunas diferencias en el ámbito de lo privado pudieran implicar tratamientos diferenciales en lo público.

Esta solución no ha evitado que surjan acaloradas controversias cuando los valores fundamentales de las culturas mayoritarias entran en tensión con los que defienden las minorías. Un ejemplo de ello fue lo sucedido hace poco cuando una comunidad indígena decidió azotar a dos de sus miembros por las acciones cometidas cuando eran integrantes de las fuerzas armadas. La justicia colombiana no admite castigos que impliquen penas físicas, pero para las comunidades indígenas esto sí constituye una forma adecuada de penalización. El presidente Álvaro Uribe protestó enérgicamente contra la decisión de las autoridades indígenas, argumentando que los derechos especiales que tenían las comunidades no podían ser la excusa para que se dieran este tipo de vejámenes contra algunos ciudadanos, así fueran también indígenas. Por su parte, la Corte Constitucional ha resuelto a favor de las comunidades demandas sobre casos similares, privilegiando así los derechos multiculturales sobre otro tipo de derechos que reflejan valores importantes de la cultura política occidental.

Pero esto nos remite a otra serie de problemas que no son fáciles de resolver. ¿Qué actitud deben asumir los gobiernos de Occidente frente a las culturas en las cuales el papel de la mujer, o la forma de educar a los hijos, contradicen los valores de igualdad, respeto y dignidad humana que son tan caros al espíritu político del cual están imbuidas nuestras instituciones? ¿Deben los defensores de derechos humanos admitir, en aras de la tolerancia, que otras culturas vulneren los derechos mínimos de ciertos sectores de la población aún cuando tales sectores acepten esas vulneraciones porque así lo ordena su religión o los principios de su cultura? ¿Es legítimo admitir una guerra como una manera de imponer una cultura que pretenda, precisamente, evitar toda forma de imposición y posibilitar así la igualdad y la libertad?

No voy a ofrecer aquí una respuesta a estas preguntas porque no la tengo. Sin embargo creo que si el ideal de progreso moral de la cultura occidental es, como creo que lo es, el de hacer que nuestras diferencias raciales, sexuales, étnicas, políticas, etc, importen cada vez menos para juzgar el valor de una persona y su derecho a participar en la construcción de comunidad; y si además queremos lograr que tal progreso se dé utilizando el convencimiento y no la imposición, debemos empezar por practicar un tolerantismo militante, es decir, convencer a todos aquellos a quienes sus prejuicios constituyen un motivo de exclusión y de odio contra otras personas de que sus posiciones son realmente absurdas.

Sólo así, quizás sea posible que algún día puedan convivir y dialogar en un mismo espacio un musulmán, una científica psicorrígida y atea fiel al iluminismo y defensora de una única verdad, y un mulato supersticioso que no cape sesión de espiritismo ni ignore agüero alguno y cuya actitud tropical raye en un guapachosismo desbocado.

* Investigador del CEID y Economista de la Universidad Nacional.

viernes, 16 de abril de 2010

Las realidades de dos candidatos ¿Alternativos?

Por: Roberto Mauricio Sánchez Torres*

Frente a la coyuntura política electoral que vive el país, y al ser hoy el tema de mayor debate en Colombia por estos días, he decidido dedicar mi espacio de opinión (por tanto no pretende ser un escrito riguroso y extenso), al tema de auge y decaimiento de los dos partidos que considero alternativos frente a la tradicional clase política del país. En los sistemas políticos modernos, según Bobbio, no se eligen personajes, sino programas y los victoriosos son los partidos y no los sujetos, en Colombia, por el contrario el sistema electoral gira entorno a personajes, y por tanto, la elección de un representante es apoyado por un partido en la medida en que se reparta el pastel de los cargos de libre nombramiento y remoción.


De los candidatos a la presidencia de Colombia, para el periodo 2010-2014, a mi juicio, sólo dos ofrecen programas alternativos a las políticas tradicionales asociadas a la oligarquía del país. Por un lado Antanas Mockus, del nuevo Partido Verde, ofrece una política caracterizada por dos aspectos: la ciencia, la tecnología y la educación como eje del desarrollo social y económico, y la construcción de una conciencia social en busca de equidad. Por otro lado, el ex guerrillero Gustavo Petro, con un programa social robusto, cuyo eje es que el Estado garantice la provisión de Servicios Sociales como la Educación, la Salud, el Saneamiento, y supla a su vez problemas como la pobreza extrema, además de proponer una alternativa a la salida del conflicto armado combatiendo sus causas, que entre otras son la misma pobreza, la desigualdad en la riqueza, pero fundamentalmente en la propiedad de la tierra.

Pues bien, mientras el Partido Verde, o mejor, Mockus, sube en las encuestas (del 11% a mediados de marzo, al 29% un mes después), el Polo Democrático, o mejor, Gustavo Petro sigue constante, por lo bajo, con el 4%. Esto muestra las diferentes oportunidades que tienen dos candidatos de distinto origen político, por un lado el ex guerrillero (Petro) dejo a un lado sus convicciones sobre la falta de democracia en una democracia electoral, y por otro el ex rector de la Universidad Nacional y ex alcalde de Bogotá, rompió la distancia entre la vida de Científico y la vida de Político (distancia que grandes pensadores sociales como Max Weber prefirieron conservar).

Pues bien como dije al principio sólo quería plantear mi opinión frente al tema. De este modo, a mi juicio tres factores esenciales están asociados con las diferentes realidades de las propuestas alternativas: 1. Colombia es un país eminentemente conservador, resultado, entre otras, de raíces políticas coloniales y republicanas (o somos dictadores, Simón Bolívar, o somos colonia de otros que nos gobiernan mejor, ¿Núñez?), país que difícilmente elegiría en condiciones normales a un ex guerrillero, por eso, si bien gran parte del país, y casi toda la opinión pública está cansada de una política tradicional, no se arriesga a un cambio de política profunda, y menos de tendencia hacia la izquierda, ahí Mockus (y Fajardo también) quedan en un escenario privilegiado. 2. La elección de Gustavo Petro como candidato del polo, hundió la posibilidad de que en el escenario político estuviera un personaje como el ex magistrado (¿Vs ex guerrillero?) Carlos Gaviria, con un importante apoyo de sectores influyentes, que quizá hoy están con Mockus. 3. La pésima gestión pública de Samuel Moreno, a mi juicio, ha tendido a enterrar un proyecto político y social urbano incluyente, que deterioró el apoyo en Bogotá hacia el Polo Democrático, contra el respaldo a Mockus de alcaldes que terminaron su gestión exitosamente, como fueron Lucho y Peñalosa.

En resumidas cuentas del proyecto alternativo hay que esperar lo que pueda resultar con Mockus, porque Petro está en una sociedad con un letargo político profundo, y el Polo tiene dos alternativas: desintegrarse y volver a construir un proyecto político de izquierda, o esperar a que surja un caudillo, que parece que es lo que más le gusta a la democracia latinoamericana.

* Estudiante de Economia. Universidad Nacional de Colombia. Integrante del CEID.

jueves, 15 de abril de 2010

Exito económico y desarrollo: El caso de Botsuana

Por: Eder Carrascal*
Las noticias acerca de los milagros no son abundantes en la economía. En general, el gradualismo y la lenta convergencia de los procesos económicos se perciben como las dinámicas más apropiadas para explicar muchos de los fenómenos en nuestro campo de estudio. Equilibrio y mesura, al mejor estilo walrasiano.
 De vez en cuando, países de los que habíamos tenido poco conocimiento, de repente centran el debate acerca de las vías del desarrollo, y nos brindan una seria reflexión acerca de las políticas que se han implementado, en países como los nuestros, donde el desarrollo económico es visto como un ideal y no como una realidad concreta.
Basta con mencionar a Corea del Sur. En este país, luego del conflicto con los Estados Unidos, que culminó en 1954, la cruda división de su territorio, y la imposición de regimentes militares duros e inflexibles, ocurrieron cambios significativos en su estructura económica, una transformación sin precedentes en la economía moderna, lo que fácilmente llevo a tildar este cambio en un 'milagro'. Varios economistas (Krugman, por ejemplo) observan que existía en Corea del Sur una burocracia favorecedora de ciertas ramas de la actividad industrial, de un nepotismo sorprendente, reacia ante la competitividad internacional, sobreprotectora y adusta. Los milagros no se realizan por sí solos, anota Krugman, y en la literatura referente al tema se suele olvidar que las políticas económicas están insertas dentro de una forma de hacer negocios, de hacer política, que es idiosincrática en algún modo, a la forma cultural de los países.
Luego de la reciente crisis económica (¿ esto no sería también sinónimo de una crisis de los modelos de desarrollo?), uno que otro país muestra un comportamiento que no se ajusta a los parámetros de recesión. Lo sorprendente está que uno de esos países se encuentre en el África sub-sahariana, una región que sufre de manera drástica los impactos de la recesión global, debido a su altísima dependencia a la demanda externa. Una región pobre en exceso. (1)
Botsuana, un país pequeño, sin salida al mar, con escasas tierras aptas para el cultivo y un díficil acceso a las fuentes de agua para la mayoría de la población, rompe el récord de crecimiento del PIB : durante más de 45 años ha tenido una tasa promedio del 10%, es decir, su economía se está duplicando cada siete años.
 El Banco Mundial presenta el 'milagro botsuanés' como una combinación exitosa de recetas recomendadas por sus analistas: una política económica mesurada, en donde se equilibren los recursos fiscales, pero se permita al tiempo una consolidación de los servicios que el Estado, y solamente éste, debería asignar, como la educación básica. Otro elemento es que, a diferencia de muchos de sus países vecinos, Inglaterra no 'desmontó' la estructura paternalista colonial de manera tan apresurada como sí lo hizo, por ejemplo, en Uganda. Los conflictos étnicos no se dieron en Botsuana porque, luego de 1966, el país adoptó las mismas instituciones políticas manejadas por una élite que supo marginar tales disputas tribales.
Este marco institucional de análisis, aunque pueda ser válido, intenta hacer secundario el hecho de que éste país es el mayor exportador de diamantes del mundo. Quizá el gobierno botsuanés haya sido medianamente más responsable con los recursos en impuestos recibidos (excesivamente bajos, como sabemos), y el hecho de no verse en una inestabilidad política constante, como en la mayoría de países sub-saharianos, le permitió a Botsuana atraer a las grandes multinacionales de la minería y ofrecerles un ambiente económico mucho más atractivo que en otros países donde no existe una gobernabilidad, y la exportación conlleva riesgos altísimos ( diamantes de sangre). Pero eso no impide observar las evidentes asimetrías en el sistema económico internacional. Botsuana ha hecho las cosas bien, según el Banco Mundial ( o algún analista más o menos responsable con sus comentarios), y sin embargo, sigue pagando el alto precio del desarrollo.
El tener un equilibrio fiscal y un crecimiento sostenido ( recuérdese, de la exportación de diamantes: la economía depende casi que exclusivamente de tal actividad) no ha evitado que en éste país la desigualdad sea más alta que, en otros países con 'marcos institucionales más riesgosos', como plantea el discurso desarrollista del BM. Que por ejemplo, el IDH (Indice de Desarrollo Humano) sea más bajo que países en guerra civil o conflicto tribal en África. Sería de suponer que si se tiene un crecimiento espectacular, como ha tenido Botsuana, se mejoraran, al menos marginalmente, indicadores de bienestar y equidad. No ha sido así, y con cada crisis económica el país tiene mayores pérdidas en este sentido. Curiosamente, cuando no hay que comer, la gente compra más diamantes ( una paradoja en el mejor sentido de los bienes Giffen)

 La conclusión, un poco apresurada, pero que se presta para debate, es que no podemos fiarnos de un optimismo abrupto en algunas cifras macroeconómicas, y de las que se hace inferencia sobre el tema del desarrollo. También, que nuevamente, y de manera drástica, se ve la dicotomía entre el crecimiento y el desarrollo; pero que tal dicotomía no debe ser aceptada, como algo normativo, como algo que es normal en la vía del desarrollo para los países.
El crecimiento debe ser conciliado y aunado a un desarrollo integral, que permita el acceso a los derechos básicos y al goce de las libertades, en un sentido más amplio. Y que quizá el gradualismo, que tanto buscamos los economistas, no sea aplicable sino en unos contextos muy limitados. Se presentan hechos que a veces se desvían de toda lógica (económica). La paradoja de los milagros en economía es reflejo de nuestra ingenua sorpresa sobre hechos que deberíamos entender de una mejor manera.

(1). Schuldt, Jurgen: ¿Podemos aprender algo de Botsuana, el milagro africano?

 * Investigador asociado del CEID.

miércoles, 14 de abril de 2010

De familias y delitos

Por Andrés Fuerte Posada – CEID.


No soy abogado, ni aprendiz de derecho, por tanto mis conocimientos sobre el tema son bastante limitados. Sin embargo, alguna vez escuche el siguiente principio: los crímenes no se heredan. Es decir, la responsabilidad de nuestros actos no debe afectar a los miembros de nuestra familia.

Hace unos días fue detenido en Bogotá el señor Rubén Darío Granda, hermano de Rodrigo Granda, el conocido “canciller de las FARC”. Rubén Darío es acusado de auspiciador de la guerrilla, terrorismo, concierto para delinquir, y otros delitos. No conozco al sujeto, pero vi por casualidad una entrevista suya con Yamid Amat y me pareció un buen tipo, un académico e investigador dedicado a su trabajo. Al margen de mis impresiones, lo cierto es que un juez lo dejó libre por falta de pruebas, lo que hace parecer que todo es una persecución por “delitos de sangre”, como indicó el acusado.

Por otro lado, nuestro Profesor Beethoven esta pasando por serias dificultades, sus cuentas han sido congeladas por que su hermano esta siendo investigado por presuntos “nexos” con las FARC (cabe preguntarse si ser extorsionado es tener nexos con la guerrilla). El del Profesor es otro caso de alguien afectado por acciones que cometió su hermano.

Ahora me pregunto: ¿por qué estas personas están siendo investigados por delitos que cometieron sus familiares, mientras otras personalidades de la política nacional, cuyos parientes tienen innegables nexos con el crimen, siguen ocupando sus puestos tranquilamente? A continuación, algunos ejemplos.

Guillermo Valencia Cossio, hermano del Ministro del Interior esta detenido por corrupto; el hecho de que Fabio siga siendo Ministro puede no ser ilegal, pero sí me parece falto de ética. Algunos hermanos, esposas, sobrinos, nietos, ahijados, cuñados, yernos, etcétera, de políticos detenidos por sus relaciones con los paramilitares se lanzaron como candidatos a las pasadas elecciones legislativas y algunos fueron electos. Por último, ¿No es primo hermano de nuestro honorable presidente el señor Mario Uribe, detenido también por parapolítica?

Me llega a la cabeza otro principio del derecho: la igualdad ante la ley. Un sistema de justicia serio y transparente es indispensable para que un país alcance un verdadero desarrollo.

martes, 13 de abril de 2010

Opinión: "El Derecho a la Ciudad: uniendo el Urbano Dividido"

Por David Ernesto González Ruiz*

“La democracia se define también como un modo de vida. Pero no puede serlo más que garantizando la calidad mínima de la existencia ordinaria y cotidiana de los miembros de una sociedad” Guy Hermet.

El pasado 26 de Marzo culminó en Rio de Janeiro, Brasil el “Quinto Foro Urbano Mundial” coordinado por la Oficina para Asentamientos Humanos de las Naciones Unidas ONU-Habitat. Y el tema central de dicho encuentro fue “el derecho a la ciudad: uniendo el urbano dividido”. Ha sido una grata sorpresa, que las Naciones Unidas se den a la tarea de crear espacios donde todos los actores sociales, independientemente de su posición política, participen y creen consensos sobre los principales problemas a futuro que enfrentan las ciudades. Pero, ¿el concepto de derecho a la ciudad ha sido difundido y entendido por la sociedad colombiana?, es más, ¿qué se entiende por derecho a la ciudad?, será, ¿qué la sociedad colombiana, ha estado rezagada frente a estas tendencias globales?

Se puede decir, que los retos del siglo XXI son la creciente urbanización mundial. En la actualidad, contamos con ciudades como Tokio de 35 millones de habitantes concentradas en menos del 4% del territorio de Japón (Banco Mundial, 2009). Estos fenómenos de aglomeración, han representado problemas para los gobiernos y los ciudadanos que quedan excluidos en su propio territorio. Divulgar los derechos humanos ha sido la bandera de lucha por la cual, se ha concientizado al morador de una ciudad sobre sus necesidades y derechos, bajo el precedente de pertenecer a un sistema democrático. Esta divulgación ha permitido el nacimiento del “derecho a la ciudad”, en palabras de Harvey, éste derecho “es mucho más que la libertad individual de acceder a los recursos urbanos: se trata del derecho a cambiarnos cambiando la ciudad”.
Pero, se puede decir que en Colombia ¿podemos acceder a este derecho? Creo que no ha sido así, lo posición neoliberal que ha dominado estos últimos veinte años de gobierno han generado condiciones propicias para la acumulación de capital. Y dado, que la ciudad es el mejor lugar para mezclar estos excedentes que generen plusvalor. En el proceso de urbanización han tomado las riendas quienes participan de dichos excedentes, que en nuestra sociedad son un muy reducido grupo de personas. Ahora bien, y que pasa con los demás ciudadanos. Pues la única solución es poblar los cerros y lugares de poco interés económico para los urbanizadores.

Por eso, es necesario que se divulgue la carta de Rio de Janeiro 2010 donde se hace un llamado ha “reafirmar la ciudades democráticas, sostenibles y humanas. Y se reconoce la necesidad del derecho a la ciudad como un nuevo paradigma político, cultural, económico y socio-ambiental para la reconstrucción de nuestras ciudades y en especial, nuestras dimensiones política y cultural”. La carta es una invitación a reconocer que hoy el mundo se esta haciendo más urbano. Y esta en nuestras manos evitar que siga existiendo el urbano dividido.

* Investigador asociado al CEID y enviado especial al V Foro Urbano Mundial.

domingo, 11 de abril de 2010

OPINIÓN: DE LOS PARADIGMAS, LA IDEOLOGÍA Y LA ECONOMÍA: ENTRE MITOS, JUICIOS Y PREJUICIOS. ALGUNAS REFLEXIONES A PROPÓSITO DEL DESEMPLEO.

Por: Carlos Alberto Suescún Barón*

“La vida intelectual es entonces la progresiva creación de formulas que permiten manejar la vida con el máximo de sencillez. Su verdad se mide tan sólo por su eficacia”. Xavier Zubiri


Cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) muestran que en Colombia la tasa de desempleo a febrero de 2010 es del 12.8 %. Cifra que para desgracia de los colombianos y del desarrollo de la economía nacional, se ha mantenido en su histéresis aducida a períodos de larga recesión, permitiéndonos ocupar durante varios períodos el podio de “los que más desocupados” tiene en Latinoamérica desde hace varios años. Igual sucede con la denominada informalidad y los “trabajadores por cuenta propia”, al mismo tiempo que los contratos que disminuyen progresivamente el salario real de los trabajadores formales (incluso para los más cualificados) siguen siendo la moda. En fin, el problema del desempleo (el cual quizás es el principal para la Ciencia Económica) es sin duda alguna el principal reto de los hacedores de política y de los gobiernos en la actualidad (Medida que por ejemplo debe ser bien sopesada por la ciudadanía en una época electoral como la que nos convoca por estos días nuestra cada vez más languidecida democracia). Son varios los factores que explican esta dinámica, pero basta con una ojeada a la opinión de expertos en distintas fuentes para hallar una explicación común en el ambiente contemporáneo: la desaceleración de la economía. No obstante, si esta es la principal explicación ¿por qué incluso en períodos de “vacas gordas”, la tendencia (no el ritmo únicamente) de crecimiento de la economía no fue acompañado por una misma dinámica en el empleo?, ¿por qué las políticas de flexibilización laboral (fundamentalmente las relacionadas con la ley 50 de 1990) no crearon el nivel de empleo formal que prometieron sus proponentes, los empresarios y los gobernantes de turno y predecesores que las implementaron?, pero en el fondo la pregunta de interés es: ¿a qué obedece que no sigamos una hoja de ruta “distinta” tanto en la explicación de los fenómenos económicos como en la forma de implantar las políticas?



En la referida frase del filósofo español Xavier Zubiri, el pragmatismo es una de las formas en las que se integran verdades y necesidades en un “ambiente de realidad” (podemos ser más ambiciosos y decir, para un período de la historia) que concilia la Ciencia y la vida de sus fundadores. Durante más de un siglo un paradigma del saber y del hacer ha sido la teoría Neoclásica, la misma que algunos denominan como tradicional o convencional de la misma forma que lo haría cualquier persona a una rutina no sujeta de cambios esenciales como puede ser bañarse o comer. Esta teoría se convirtió en el paradigma y sus críticas han sido o bien integradas al programa de investigación o relegadas en el campo de lo ajeno a la relevancia. Cualquier libro de texto paradigmático y sus juiciosos lectores (donde puedo incluirme) nos dice que el desempleo obedece principalmente en el corto y mediano plazo a comportamientos propios del desenvolvimiento de los fenómenos económicos relacionados con el intercambio y la producción, que se pueden resumir en dos para el caso de la problemática abordada: la sustitución de factores (condensados en dos: trabajo y capital) y la presencia de rigideces de precios (en este caso los salarios).



Sumergido en el análisis de una economía capitalista, donde principios como la libertad individual y el respeto por la propiedad sean respetados, es sin embargo difícil para mentes poco conformistas (o poco rutinarias), escapar de los dilemas tanto profesionales como éticos recurrentes al cuestionarse sobre lo que se cree saber, por lo que se debe propender y sobre todo por lo que se concibe en la realidad y los límites de la comprensión de los fenómenos bajo ciertos principios teóricos. En este sentido, un paradigma sin duda encierra al individuo en un mundo particular, a veces tan hermético que cuestionar su pertinencia aún en presencia de persistentes contradicciones con la realidad es una labor compleja tanto a nivel individual como social. Este comportamiento sin lugar a dudas es legitimado por principios ideológicos, un cumulo de valores que no le permiten al teórico que niega la conciliación entre lo que ven los ojos y las imágenes que construye la mente por efecto, por supuesto, es totalmente legítimo, nadie puede dejar de lado lo que la política y la vida en sociedad le impone como principios; por eso es quizás que Keynes afirmaba que la Ciencia Económica es un ciencia moral. No obstante, el individuo y la sociedad deben sopesar entre lo que lo define y lo que le conviene. En el caso del desempleo, no es mentira, en realidad hay formas alternativas de verlo y de proponer soluciones eficaces. Modelos tanto complejos como simples en el marco de las teorías Keynesiana y poskeynesiana muestran que en una economía con un marco institucional no muy distinto del actual bajo otras perspectivas puede conducir a mejores resultados o al menos a otras explicaciones.



Si cierto enfoque no da los resultados que se esperan (veinte años de fuertes reformas en políticas laborales por ejemplo deberían servirnos como evidencia) y por el contrario conducen a desmejoras, ¿por qué no probar con otras formas? La respuesta no parece ser la crítica que legitima el paradigma actual en economía: la economía no es un laboratorio; sino a una cuestión política. No puede haber otra explicación para que por ejemplo unas teorías bien concebidas como las que se desprenden de la Teoría General o del análisis Kaleckiano, que en su estructura conceptual son totalmente legitimas y consecuentes, queden al margen de “la caja de herramientas” del hacedor de política. El principio de demanda efectiva que incluso tiene la capacidad de demostrar el por qué de la existencia de un fenómeno como la informalidad en el trabajo y el por qué de su persistencia, que permite ver como la economía llega a mejores resultados en términos de producción y bienestar con un estimulo a la demanda agregada mediante aumentos del gasto autónomo y/o el alza salarial, no son concebidos como relevantes inclusive notando que otras naciones (caso de Estados Unidos con la aplicación de los planes de rescate) de manera indirecta los aplican, pero más aún cuando sus explicaciones y principios se ajustan a una realidad económica particular.



El teórico, el gobernante y en sí la sociedad deben darse cuenta cuando sus principios ideológicos y el rezago de conocimiento que le generan sus paradigmas, chocan con la realidad en la que viven, no es una necesidad de rebelarse como muchos matizan con prejuicios derivados de la ideología, es un llamado a conciliar conocimiento y verdad con realidad, un llamado a ser más consecuentes, un tanto pragmáticos (así estemos impregnados de racionalismo).




*Economista de la Universidad Nacional de Colombia, miembro e investigador asociado al Centro de Estudios Interdisciplinarios sobre Desarrollo (CEID).

Opinión. Lo público y lo privado I: El incierto equilibrio entre sociedad civil y Estado como agentes del cambio social.

Por Sergio Chaparro Hernández*

La extensión de las esferas de lo público y lo privado han definido, en las distintas épocas, aquellos aspectos de la vida social en los que a los individuos y al Estado les está permitido intervenir legítimamente. Lo público se reconoce como un espacio de encuentro donde todos podemos participar sin que se nos reproche que estamos metiendo las narices donde no debemos. Lo privado en cambio, es aquella instancia que está sustraída a las intervenciones arbitrarias de los otros, un espacio que protegemos con recelo y donde consideramos que es nuestra propia voluntad, y no la de los demás, la que debe llevar la voz cantante.

Así planteadas las cosas, quizás parezca que estas definiciones se distancian del uso cotidiano de estos términos, pues la gente identifica lo público con lo estatal y lo privado con lo que los distintos actores de la sociedad civil realizan sin el concurso del Estado (empresas, ONG´s, organizaciones sociales, etc). Mi propósito es el de resaltar que lo público no debe ser visto como algo ajeno a quienes no somos funcionarios del Estado, o no pretendemos serlo a través de la lucha electoral. Lo público, entendido como aquel espacio intersubjetivo que construimos colectivamente, es patrimonio de todos y por lo tanto todos debemos contribuir a protegerlo, o a transformarlo cuando sea necesario. Y lo privado, entendido no como el lugar donde operan los actores distintos al Estado sino como la esfera que está protegida de las injerencias arbitrarias de los otros, no debe verse como algo del todo independiente de lo que sucede en el ámbito de lo público, ni como un lugar donde el Estado no tenga nada que hacer. Lo privado solo se transforma en sociedad, en coordinación con los otros y quizás, en algunas ocasiones, con la ayuda imprescindible del Estado.

Tal vez sea necesario explicarme mejor con un par de ejemplos.

Hoy en día, algunas de las ciencias sociales se encuentran en una encrucijada común: ¿Qué actor debe ser el principal gestor del progreso: la sociedad civil o el Estado? En la economía, por ejemplo, uno de los dilemas centrales es si se requiere más Estado o más mercado. Sin embargo, esta disyuntiva es falsa. La fortaleza de lo uno no tiene porque implicar la debilidad de lo otro. Un sector privado exitoso requiere de una institucionalidad fuerte capaz de garantizar el cumplimiento de los contratos o de integrar al circuito del mercado a una mayor parte de la población a través de la garantía universal de los derechos sociales básicos, también de la existencia de valores públicos que favorezcan el deseo de cooperar, como la confianza en las instituciones, o mecanismos públicos de resolución de conflictos que impidan que se fracture la cohesión social y se entorpezca así el funcionamiento de los mercados.

Por otro lado desde la ciencia política, o la filosofía de orientación marxista, se ha planteado el tema de cuál es el actor que en últimas debe efectuar la emancipación social. Si bien la existencia del Estado se comprende como una forma de dominación social, esta última solo puede eliminarse por la mediación del mismo Estado (en la forma de dictadura del proletariado). De hecho esto es lo que ha separado a la tradición marxista del anarquismo pues mientras la primera considera que la toma del poder es una condición indispensable para superar la dominación, el segundo opta por la autogestión de la sociedad sin el concurso de elementos externos a ella. De manera que el marxismo asigna un papel central al Estado como agente del cambio social mientras que el anarquismo pone el énfasis en las iniciativas que surgen en el seno mismo de la sociedad, las cuales incluso deben pasar por encima del Estado, propender por su destrucción.

De otra parte, existe también una impotencia generalizada para lograr cambios necesarios en el ámbito de lo privado, sobre todo cuando las capacidades de los agentes afectados para suscitar esas transformaciones son muy limitadas. Pensemos por ejemplo en el tema de la violencia contra las mujeres, la cual muchas veces está validada por el miedo y las visiones machistas de las mismas víctimas: “es que fue mi culpa porque yo le hice dar rabia”. La sociedad se convierte en cómplice de este tipo de situaciones por mantener relegado este fenómeno a un tema propio de cada familia y en el cual los otros no tienen por qué meterse. Volver este un tema público donde a través de la discusión de los prejuicios que justifican estas acciones, y la sanción moral a quienes las realizan, se logre influir sobre el ámbito privado, es una actitud más razonable que el esperar pasivamente a que se dé una solución puramente privada, como por ejemplo la de tener la esperanza que las creencias religiosas lograran transformar el pensamiento del victimario. También representa una actitud más responsable que la de delegarle únicamente al Estado la función de prevenir y castigar este tipo de violencia, y afirmar cómodamente que ese no es asunto nuestro. Algo similar ocurre con el tema de la corrupción o la prevención de los demás delitos, pues al afirmar que la responsabilidad recae únicamente sobre el Estado, la sociedad civil termina volviéndose cómplice por omisión, por no contribuir en lo que puede a evitar estos males.

Sin embargo, debemos ser conscientes que, en ciertos contextos como el nuestro, la sociedad civil carece de la fortaleza necesaria para generar iniciativas amplias que contribuyan al progreso social, o que por lo menos asuman una actitud permanente de vigilancia sobre la acción del Estado. Por esta razón no debe desconocerse que el Estado tiene que tener cierto liderazgo. No obstante, quitarle el monopolio al Estado de la transformación del ámbito de lo público, entendido en el sentido amplio que ya hemos mencionado (y con ello de la posibilidad de transformar indirectamente el espacio de lo privado), puede significar un buen comienzo para acelerar los cambios que la sociedad requiere.

* Investigador del CEID y economista de la Universidad Nacional.

miércoles, 7 de abril de 2010

Opinión: ¿Fines o medios?

A los economistas se les achaca siempre su insistencia, casi que su tozudez, en creer en la individualidad, en el atomismo social, si se quiere así expresar, como una forma análitica útil y válida para entender y sintetizar comportamientos generalizables en las relaciones del orden económico.
Esto no sería del todo malo si se reconociera que hay una contradicción entre el marco teórico en el que nos apoyamos y la praxis, lo que defino, esencialmente, como la implementación, de unas políticas económicas, que por lo demás están inscritas en un contexto social, conflictivo y polemizante. Se pasa de agentes racionales, con preferencias completas y ordenadas a políticas económicas de estabilización, de crecimiento convergente y de sostenibilidad en sociedades donde los agentes racionales son meros artificios, métodos análiticos eficientes que se estrellan con una realidad que los hacen inoperantes.
Pero basta de retórica, que creo todos conocemos.
Una mirada casi al azar de un artículo de The Economist me hace pensar en qué tanto nos hemos equivocado. La percepción desde los centros de pensamiento relevantes, en los periódicos y medios de comunicación internacionales, es que la región ha fracasado. Fracasó al intentar implementar una industrialización tardía y mal hecha: tardía porque empezó a vender bienes de niveles de baja complejidad cuando la economía internacional formulaba otros patrones de comercio, le ponía a la competencia desleal otros tipos y regulaciones. Mal hecha porque aquí siempre existió una oligarquía inútil, parasitaria, paranoica con el poder político, que prefirió la comodidad del latifundio al trabajo arduo de la fábrica y el comercio (suena rimbombante, lo sé). Fracasó después la región al adoptarse a una desindustrialización y a un desmonte del sistema económico precedente. Fracasa ahora en mantener políticas de crecimiento y equidad de la mano...
Quizá  en The Economist, como dicen ellos mismos, intentan no irse por estos extremos ideológicos, y el artículo no sea la mejor muestra de ello. Quizá, después de todo, pueda hablarse con toda sinceridad que hemos perdido demasiado, y que el camino del desarrollo sí sea culebrero.
Me llama la atención el debate que hacen y dicen que acá confundimos los fines con los medios. Siempre ha sido así. Por ejemplo: la acumulación de oro, tierras y rentas que no generaran ningún rendimiento adicional se interpreta como un fin, cuando en últimas era un fin, para un desarrollo capitalista que hasta ahora es vislumbrado y entendido. "Si hubieran hecho esto! o aquello! seguramente no les ocurrirían tantas cosas fatídicas" ( la opinión de un forista de Virginia)
¿ Será que ese es el problema?
Para salirme aún más del formal y alegre tema de la economía: les recomiendo la novela de Aldous Huxley, 'Ciego en Gaza'. Y la sentencia moral de uno de los personajes: "Es la nobleza de los medios lo que justifica, da forma y validez a los fines, soñados y esperados por todos". Por útopico que parezca, quizá la solución de muchos conflictos, en lo económico o en cualquier aspecto se encuentre en mirar el orden y la hilación de la lógica de otra manera, quizá al revés, quizá de una manera que de mucho más que pensar.

Eder Carrascal