jueves, 20 de octubre de 2011

Elecciones locales... Una fiesta democrática


 Por David Ernesto González Ruiz

“Al fin de cuentas, en una democracia políticos somos todos, directamente o por representación de otros. Los más probable es que los políticos se nos parezcan mucho a quienes les votamos, quizá incluso demasiado; si fuesen muy distintos a nosotros, mucho peores o exageradamente mejores que el resto, seguro que no les elegiríamos para representarnos en el gobierno”. [Fernando Savater, Ética para Amador]

En estos tiempos – y quisiera saber si en otros – cuando se habla de política se genera cierta desconfianza en el hilo de la conversación, que muchas veces es mejor cambiar de tema abruptamente para evitar malentendidos. Y en tanto, las recientes noticias de carteles y carteles de corrupción en las administraciones locales, el conflicto de intereses en las decisiones nacionales y el clientelismo enquistado en la clase dirigente ponen de manifiesto que “algo” anda mal en la sociedad colombiana…. ¿o en la política colombiana? Pero, que para el ciudadano medio no es un tema de profundo debate.

En el presente artículo quisiera: 1) Mostrar al lector que el ciudadano debe estar pendiente de los temas políticos locales si desea que su comunidad progrese. 2) Que son los políticos (entendidos como “stakeholders”) quienes configuran la estructura institucional en una sociedad. Ellos en su calidad de “tomadores de decisiones” son quienes pueden experimentar en y guiar una sociedad; además, la cultura actúa como un dispositivo coordinador de creencias, es decir, la cultura coordina lo que la gente cree acerca de los demás, por lo tanto, es pieza generadora de confianza. Todo esto, con el fin último de propiciar la participación activa del ciudadano en la política – así sea en la política local – y un poco desmitificar la mala fama de lo políticos en el imaginario colectivo. O es que acaso en una democracia, ¿políticos no somos todos?

Res publica, “La cosa pública, la que concierne a todos”

“En Colombia hace tiempo que existen elecciones (“la democracia más antigua y estable de América Latina”) pero nunca o casi nunca ha existido la política.” Hernando Gómez Buendía.

En la antigüedad, la ciudad-estado de los griegos estaba permeada por una democracia cuyo ejercicio la ejercían los ciudadanos de la polis. Ellos – que francamente eran pocos – dedicaban la mayor parte de su tiempo en discutir en el “ágora” los temas públicos y la forma de gobernar su ciudad, ya que contaban con un modelo social que permitía esclavitud y servidumbre para encargarse de los quehaceres básicos. Además, lo cargos públicos tenían una alta rotación. Según estudios de Richard Sennet en su libro Carne y piedra cada ciudadano tenía por los menos tres momentos en los que ocupaba un cargo público durante su vida. Este modelo de democracia directa y horizontal funcionaba bien en la época dado el escaso número de ciudadanos que habitaban dichos conglomerados.

A medida que economías de escala influían en la acumulación de capital y la generación de riqueza, el incremento demográfico hizo difícil la aplicación de este modelo de organización política. Se paso de una democracia directa con participación permanente del ciudadano a la democracia representativa que actualmente rige nuestro modelo político. Este cambio, delega el poder de muchos ciudadanos en unos pocos a quienes el Estado garantiza un ingreso para poder dedicarse única y exclusivamente a los asuntos públicos. La cuestión, es que en Colombia “la motivación más generalizada para participar en la vida política es la acumulación de riqueza y de poder, no la propuesta de una gestión pública que mejore la vida de las comunidades y consolide un Estado responsable y profesional”[1]. Entonces, ¿es pertinente volver a una democracia directa como la practicada por los griegos? (Ésta pregunta no es descabellada dado que muchos teóricos en ciencias políticas proponen la “Democracia Participativa” como la panacea) La evidente respuesta es no, debido al alto número de personas que habitan una ciudad y a la perdida de eficiencia e incremento en costos transaccionales que esto implicaría. Pero entonces, ¿qué podemos hacer para profesionalizar el oficio político y generar en los candidatos a estos cargos conciencia colectiva?

El poder – entendido como deliberación pública y toma de decisiones gubernamentales – siempre ha estado titulado al pueblo, en el momento en que éste pasa a los representantes, el ciudadano que no es representante debe ejercer control a quienes fueron elegidos para llevar la vocería y por lo tanto tiene cabida en el “partido político”. Los partidos políticos son las instituciones encargadas de velar por el cumplimiento de los principios que profesan, en las diferentes corporaciones públicas. Especialmente (y es por éste motivo que surgieron en Inglaterra) a las corporaciones de la rama legislativa, quienes en últimas son los encargados de presentar, debatir y aprobar proyectos, leyes y acuerdos que definen la ruta a seguir de los gerentes del estado, es decir, la rama ejecutiva. Y en Colombia, la cultura y educación política del ciudadano medio no permite una estructura fuerte que fiscalice y controle la actuación de los congresistas, diputados y concejales ya que es sólo mediante la lógica partidista que se pueden controlar. Porque para presidente, gobernadores y alcaldes son los ciudadanos mediante la movilización civil - apoyados en las facultades de los legislativos quienes pueden citar a debates de control político a funcionarios directamente encargados de la ejecución de políticas públicas - los encargados de hacerse sentir y expresar inconformidades.

La cadena de control social participativo en lo local debe estar compuesta por el ciudadano quien se encarga de trasmitir al concejal las iniciativas, necesidades de la comunidad para que sean debatidas y se lleguen a consensos en la corporación. Además son los concejales quienes tienen la potestad de citar la cúpula de la rama ejecutiva del gobierno local, entendida como alcalde, secretarios de despachos, policía, contralor, personero, etc.

Elecciones de gobiernos locales

Como anteriormente se esboza el “status quo” denota una cierta organización en la comunidad estructurado por los hechos históricos Mediante la constitución es posible que todas las personas que habitan un territorio puedan entenderse y establecer las normas y reglas que han de regirles. Y dentro de éstas reglas encontramos todo el sistema político colombiano. Es allí, donde se debe actuar como sociedad. Es un deber de todo ciudadano votar en las próximas elecciones del 30 de Octubre, ya que se eligen los gobiernos locales, que en orden de importancia ocupan el primer lugar, ya que es la base del sistema político y es donde se configura la identidad ciudadana y se construye capital social. Por lo tanto, los cargos públicos de elección popular que pertenecen a la rama ejecutiva (gobernadores y alcaldes) tienen la posibilidad de ejecutar políticas públicas. Las políticas públicas son la magia de la política, es la piedra filosofal del alquimista, la herramienta que convierte al político en científico social; no sin antes aclarar, que en todo espectáculo de magia se deben configurar ciertos actores para que la función tenga éxito. Y es la ciudadanía quien estimula el comportamiento del gobernador o el alcalde a que asuma el rol de científico social y estadista o se deje seducir por la mediocridad de la demagogia y politiquería. Por esto, no es de poca monta la fiesta democrática que prepara el país y se dispone a disfrutar este 30 de Octubre, esta en manos de todos y todas no solo exigir derechos sino cumplir con los deberes y demostrar el amor y compromiso con el territorio que se habita… ya se por nacimiento, crianza o adopción.


[1] Celis, Luis Eduardo. Tomado de: http://razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/2351-participacion-politica-fragil-democracia-precaria.html

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