Por Camilo Guevara
Agradezco a Sergio y a Carlos por su invitación a escribir en el blog del CEID, además por su atenta lectura de la columna y por sus pertinentes comentarios. Por supuesto, muy interesantes para enriquecer el debate de un tema que es imposible aprehender en su totalidad. Como solía decir el gran filosofo Theodor Adorno, “la totalidad es la no verdad”. Así pues, me gustaría hacer algunas precisiones y comentar algunas afirmaciones de mi amigo Sergio, sin la pretensión de realizar un exhaustivo análisis del tema que por lo demás es inagotable y que escapa a los propósitos de una columna.
Antes de comenzar, debo reconocer que también siento bastante simpatía por las propuestas de la economía de la demanda. Según este enfoque, el desempleo se debe a la falta de demanda efectiva y no al desajuste entre lo que ofrecen los empleos y las habilidades de los desempleados (desempleo que el gran economista William Vickrey llama estructural), ni tampoco a las supuestas rígidas leyes sobre el salario mínimo.
Sin embargo, creo que estamos en diferentes planos, que por supuesto se pueden superponer. Sin duda, en la columna se yuxtaponen la sociedad imaginada (la que nos gustaría que fuera) y la que actualmente tratamos de hacer inteligible. Más aún, es posible que, al igual que los autores que sigo en esta argumentación, analicemos la sociedad que tratamos de hacer inteligible con los lentes de la sociedad que imaginamos. Sin embargo, en esta discusión, esto no me preocupa tanto. Me parece que el tema central, como bien lo ha dicho Sergio, es la efectividad de determinada sociedad.
No obstante, para un pragmatismo más coherente, esto implicaría reconocer que las sociedades son autónomas, es decir, que reconocen el origen humano de su organización, de sus instituciones y de sus leyes. Y aquí, en este punto, es de vital importancia la estructura que media entre acto y objeto (Intencionalidad), que permite direccionar e intencionar (en el uso habitual de la palabra) los objetos. No es de extrañar que posteriormente los filósofos pos-Husserlianos expresaran que “sin intencionalidad no hay significado ni sentido en las cosas”. Así pues, la sociedad que imaginamos pasa a tener más valor de lo que tenía antes. Como se ve, ya no se trata solo de un cambio que este en la corriente de la historia, o de la siguiente fase programada de la historia, sino de aprender a discernir las oportunidades soñadas que duermen en el presente. “Apoderarse de las oportunidades, apoderarse de lo que cambia”. Y que demostrarían su validez en la práctica y no antes.
En la columna, más que darle mayor peso a algunas de las “causas” de la crisis de la sociedad de trabajadores, me proponía intentar darle mayor visibilidad al Ingreso Básico Universal (IBU), precisamente como instrumento, que en una situación en la que es complejo afrontar todos los problemas por los que atraviesa el trabajo y que por consiguiente afecta el bienestar de la gente, puede ser una medida eficaz contra la pobreza y el desempleo, aunque aclare que sería mejor presentarlo como una conquista política. Además, el IBU sería un excelente instrumento que dinamizaría la demanda efectiva, al aumentar la capacidad de compra de las personas.
Hasta aquí, la intención de la columna. Ahora me gustaría comentar algunas afirmaciones.
Dice mi amigo Sergio, que “los pensadores latinoamericanos tienden a responder, en ocasiones de manera errónea, a los problemas de la región con base en los diagnósticos que hacen los pensadores del primer mundo de sus propios problemas”.
Me parece que cada vez mas son varios los problemas engendrados globalmente, y por lo tanto, sus soluciones deberían ser globales. Si no, entraríamos en lo que Ulrich Beck ha llamado el modelo Biográfico. “A contradicciones sistémicas, encontrar soluciones locales o biográficas”, lo que no sería sino otro rasgo característico de la sociedad individualizada; una individualización a la solución de los problemas.
Me gusta el principio budista que dice que los problemas no se resuelven cuando uno los quiere resolver sino cuando uno los entiende en su última raíz.
Por otra parte, el ex ministro francés Jaques Attali, ha señalado que en el 2050 tendríamos presidente mundial, y no parece nada descabellado cuando sabemos que el rasgo principal de la globalización de hoy, es la separación entre un poder que se torna más global y una política que se torna más local. Sin duda, la sociedad 20:80, en la cual el 20% de la fuerza de trabajo bastara para hacer marchar la economía mundial en el próximo siglo no es una ficción de muchos pensadores europeos. Así las cosas, estamos corriendo el riesgo de que a nivel mundial solo haya 3 clases. Los super ricos, los intelectuales y los nuevos pobres.
Sería bueno ir dejando tanto parroquialismo, y buscar una convergencia de las diversidades. Intencionar el pensamiento hacia una globalización imaginada, hacia una nación humana universal y no hacía una fragmentación entre lo latinoamericano y lo europeo. Deberíamos seguir a Marx, quien lucidamente se adelanto a su tiempo al considerar que el capitalismo se iba a desarrollar en tal grado que no habría espacio en el planeta en el que no estuvieran sus fuerzas. Así, no acepto la invitación de Bismarck para la constitución del Estado Alemán, sino que ya estaba pensando en una lucha internacional.
Por otra parte Sergio nos dice, "si las necesidades básicas de la humanidad pueden solventarse con una jornada laboral reducida, ¿por qué no liberar progresivamente a los seres humanos de las horas que deben dedicar a trabajar para que puedan dedicarse a la actividad libre (aquella que se realiza sin la retribución de un salario)? No obstante esto se enfrenta a una serie de dificultades, pues, en un mundo globalizado indudablemente que una reducción de la jornada laboral manteniendo el salario constante significaría, para los empresarios de un país, una dificultad para competir con las empresas de otros países donde la jornada laboral no se haya reducido (pensemos en lo difícil que resulta para los empresarios europeos enfrentar la competencia de los chinos).
Sin duda, como algunos otros, aspiro a una sociedad en la que el tiempo de trabajo no sea el tiempo social dominante. En la que el trabajo, sea una actividad más. Aquí comparto la premisa (pregunta) del argumento de que cada vez es más necesario reducir la jornada laboral, a lo que le añadiría que también sería deseable. Pero no comparto su conclusión sobre el imperativo de competitividad.
“En que explica la competencia internacional que los editores franceses hagan componer sus obras en Madagascar, en Túnez para ganar lagunas decenas de céntimos sobre el precio del costo de un libro? ¿Es para sostener la competencia que los fabricantes de camisas de lujo hacen coser en China artículos que venden cincuenta o cien veces más caros que su precio de costo? ¿0 que Nike, Reebok y Puma hagan fabricar sus zapatillas en las filipinas, luego en indonesia, luego en china y en Vietnam, donde el costo salarial de un par de zapatos, que se venden a 70 dólares, es de 1,66 y que los catorce gerentes norteamericanos de la firma podido embolsarse un ingreso anual igual a los salarios de 18.000 obreros filipinos?
¿Por qué la competitividad exige los costos salariales más bajos, pero acepta los costos patronales más altos?
¿Qué hicieron las firmas transnacionales con sus beneficios? Sus tasas de inversión en realidad han bajado en relación con su nivel de los años setenta y sesenta.” se pregunta Alain Lipietz
Podría argumentarse que esto solo ocurre con las transnacionales y no con las pequeñas empresas y medianas empresas. Pero aunque fuera cierto, es claro que para los actores principales de esta globalización no son restricciones para poder competir, “es un conjunto de restricciones que imponen con el fin de imponer al mundo su poder”.
Por último, creo que no es una mala interpretación la del ser como ser de trabajo en Marx. En su concepción epistemológica, esbozada en las Tesis de Feuerbach, Marx rescata la actividad sensorial humana que toma del idealismo y que es aquella que permite la formulación de conceptos y teorías. Un lado activo del conocimiento a diferencia del materialismo de Feuerbach. Sin embargo, para él es necesario contrastar esos conceptos con la realidad. Es la realidad la que valida si algo es verdadero o falso, pero no en un sentido pragmatista. Es precisamente porque “el mundo tiene una manera de ser” que puede validar algo. No creo entonces, que pueda hablarse de un aparente o falso esencialismo en Marx. Sin duda, la explicación dada en la ideología alemana es más completa y está enmarcada en una concepción dialéctica como bien se ha dicho. No obstante, ahí radica la miseria del historicismo. En que solo sean cambios validos los cambios que estén en la corriente de la historia, o de la siguiente fase programada. Y no de aprender a discernir las oportunidades soñadas que duermen en el presente. En “Apoderarse de las oportunidades, apoderarse de lo que cambia”.